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Almansa: la excepción fronteriza

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  • Laura López Altares
  • 2024-02-28 00:00:00

Allí donde la Meseta encuentra su fin, en el extremo oriental de Castilla-La Mancha, esta comarca se asoma a Levante, orgullosa de sus raíces y de una identidad que solo se explica al abrazar los dos lados de la frontera. Almansa es manchega, sí, pero se deja querer por el Mediterráneo, y esa dualidad se refleja en su historia, su paisaje, su carácter y, por supuesto, en sus vinos.
La peculiar zona de producción de la Denominación de Origen está marcada por una altitud extrema, un clima continental y una variedad impetuosa y seductora, la Garnacha Tintorera, que se expresa en estas tierras como en ningún otro lugar del mundo. Las bodegas exploran todas sus posibilidades en elaboraciones cada vez más singulares, buscando su lado más elegante y apostando por vinos parcelarios y crianzas alternativas.


La imponente silueta del Castillo de Almansa se alza sobre el Cerro del Águila como centinela de estas tierras fronterizas, símbolo pétreo de su mestizaje y testigo de su turbulenta y apasionante historia.
Esta fortaleza de película –que bien podría haberse convertido en escenario de Juego de Tronos– fue construida por los almohades alrededor del siglo XI y reconstruida durante la Reconquista por Don Juan Manuel, autor de El conde Lucanor.
Muy codiciada por su estratégica posición como cruce de caminos, entre La Mancha y Levante, perteneció al Reino de Murcia, se erigió como uno de los límites de la Corona de Castilla y también formó parte de la Corona de Aragón. Todavía hoy impresiona su visión bella y poderosa, seña de identidad de una comarca muy singular... y también de sus vinos y vides, que se enredan en los alrededores del Castillo de Almansa.
"El logo de la D.O.P. Almansa es el castillo y no es por casualidad: es el emblema de nuestra zona y lleva dentro nuestra historia, con esa influencia mozárabe y esos matices mediterráneos", apunta Rosana Trujillo, gerente de la Denominación de Origen, situada al este de la provincia de Albacete.
Para Trujillo, una de las grandes particularidades de esta pequeña región vitivinícola es precisamente su ubicación, en el extremo oriental de Castilla-La Mancha y lindando con la Comunidad Valenciana –a 100 km de Alicante– y la Región de Murcia: "Somos castellanomanchegos, pero no nos parecemos a ninguna de las zonas de producción que nos rodean porque nuestro paisaje y nuestra historia son distintos. Llegas a Almansa y no ves el típico pueblo manchego, parece más mediterráneo. Nuestro lema es Frontera de sabores porque ese carácter fronterizo se refleja en todos los aspectos de la comarca y ayuda a entender mejor nuestras elaboraciones: se refleja en nuestras variedades, nuestros vinos, nuestra gastronomía, nuestra cultura, nuestro patrimonio, nuestra historia, ¡en todo! Un vino también es su historia, su entorno, su patrimonio y su origen. Eso es lo que nos diferencia del resto".

En los confines de la Meseta
Uno de los aspectos más destacados de la Denominación es la altitud de su zona de producción, que se eleva entre los 750 y los 1.100 metros. Las 9.800 hectáreas de viñedo se reparten entre ocho municipios y se asientan sobre suelos poco profundos y fundamentalmente calizos –con alguna zona de guijarros–. Esta conjunción de particularidades –unidas a un microclima continental con una ligera influencia del Mediterráneo, escasa pluviometría (350 mm al año) y grandes diferencias térmicas entre el invierno y el verano– favorece la calidad del viñedo, donde se dan rendimientos muy bajos y frutos muy concentrados. "Hay unas condiciones muy sanas para el ciclo vegetativo de la planta, por eso casi todo el viñedo está en ecológico y el que no, está en conversión: no hay que esforzarse para que así sea", explica Rosana Trujillo.
Si hay una variedad que llena hasta la última gota de su pulpa con estas peculiaridades es la Garnacha Tintorera, que concentra el 70% de la producción y reina sobre las tierras de Almansa con su salvaje y jugosa oscuridad: ninguna otra uva es tinta en el exterior y el interior, y tampoco alcanza esos puntos de color en otros lugares del planeta. "Ya de por sí es una uva muy singular, pero el hecho de que aquí sea donde mejor se desarrolla y expresa le aporta todavía una mayor singularidad", afirma la gerente de la D.O.P. Almansa.
El presidente de la Denominación y también enólogo de Bodegas Cano, Adolfo Cano, recuerda que antiguamente se utilizaba muy poco para elaboración de vinos embotellados (sobre todo se usaba para dar color), "pero en Almansa encontró un lugar idílico para mostrar todo su potencial".
Las once bodegas que conforman la D.O.P. Almansa exploran todas sus posibilidades en elaboraciones muy diferentes: desde tintos jóvenes hasta inesperados vinos dulces. "Eso sí, con una Tintorera no podrás conseguir nunca un rosado", comenta Rosana Trujillo entre risas. E incide en la apuesta de los enólogos por mostrar todas las caras de la Garnacha Tintorera: "Cada año hacen cosas nuevas, muy interesantes, y son todas absolutamente diferentes. Hay elaboraciones singulares porque algunas se están haciendo en hormigón, tinajas, maderas con tostados finos… que nos dan una grandísima diversidad de perfiles".
Aunque es la misma chispa violácea la que los hace bailar, por eso suelen ser "poderosos, sorprendentes, con un intenso color que se corresponde con el intenso aroma a frutos rojos. Nuestra variedad es salvaje, pero consigues vinos elegantes con una acidez equilibrada, buena estructura y mucho cuerpo. ¡No dejan indiferentes a nadie!".

Impetuosa y polifacética               
Especialmente en estos últimos años, cuando han surgido elaboraciones que se alejan del perfil más contundente y clásico de la Garnacha Tintorera, buscando su lado más elegante y etéreo. Adolfo Cano resume así el incansable trabajo de las bodegas de la D.O.P. Almansa por honrar a su reina tinta: "Es una variedad de la que estamos consiguiendo vinos jóvenes frescos y con mucha fruta como los de maceración carbónica, así como vinos con poca extracción y más finos que nos permiten cortas crianzas y vinos con mucha extracción, complejos, que permiten una larga crianza con un amplio recorrido".
En esta dinámica Denominación de Origen, que tiene su sede en la histórica Ermita de San Blas –a los pies del Castillo de Almansa–, son conscientes del potencial inmenso de su estandarte varietal y no se han dejado ninguna de sus personalidades por contar (algunas de ellas más desconocidas).
Entre esas nuevas interpretaciones de la Garnacha Tintorera se encuentran los vinos de paraje y de pueblo, que fotografían su lugar de origen con asombrosa precisión, sobre todo teniendo en cuenta la diversidad que se puede encontrar dentro de la propia Denominación: "Las características de las parcelas y la influencia de las temperaturas a lo largo de nuestra zona de producción cambian mucho. Y las bodegas han hecho una gran apuesta para buscar sus parcelas más especiales, o bien parajes para elaborar unos vinos que nos muestren las características de esas diferentes zonas dentro de la D.O.", explica su presidente.
Otra uva fundamental para entender la región es la Monastrell, que es la segunda más cultivada y en Almansa se expresa de una forma totalmente distinta a Alicante o Murcia debido a la altitud y al clima continental. Como explica Rosana Trujillo, muchas bodegas elaboran "combinaciones excelentes de Garnacha Tintorera y Monastrell, donde se mezclan la potencia y los intensos aromas a chocolate, a pimienta negra y a frutos rojos maduros de la Garnacha Tintorera con la elegancia y estructura de la Monastrell. Es nuestro segundo pilar y vamos a apostar por ella porque el cambio climático influye mucho y con estas sequías aguanta el calor que le echen. Ella quiere sol y es la más tardía".
De hecho, la D.O.P. Almansa forma parte de la asociación Monastrell España junto con las denominaciones de origen Alicante, Bullas, Jumilla y Yecla, y realizan acciones de promoción conjuntas para poner en valor esta "uva mediterránea que sabe a sol".

Una nueva deriva
En cuanto a la Almansa blanca, la Verdejo es la variedad mayoritaria, y Rosana Trujillo explica que estos vinos, a pesar de su pequeña producción, "son cada vez más demandados".
Una de las bodegas que mejor ha sabido reivindicarlos es Bodegas Cano, que hace unos meses lanzó dos parcelarios de Verdejo y Sauvignon Blanc tremendamente singulares: Finca Casa del Hondo y Finca Hoya Mañas.
Las raíces de esta bodega familiar se remontan a 1860
–una de sus marcas rinde tributo a esta fecha histórica–, cuando Blas Cano García fundó la antigua bodega en Higueruela (como si de un viaje en el tiempo se tratara, todavía conservan instalaciones y maquinaria de entonces).
Hoy, la quinta generación abandera una nueva forma de entender los vinos de Almansa, con la Garnacha Tintorera como estrella del norte: "En torno a esta variedad gira nuestro último proyecto, una gama de vinos parcelarios elaborados de forma natural y artesanal. Con Los Prados y La Herrada tratamos de poner en valor la versatilidad de la Garnacha Tintorera, elaborados con mínima intervención y baja extracción: son frescos, afrutados y muestran las características del terruño".
Adolfo Cano, enólogo de Bodegas Cano y presidente de la D.O.P. Almansa, también destaca como elemento diferenciador clave el uso de las antiguas tinajas de barro originales de 1860 para la elaboración de algunos de sus vinos, todos ellos con certificación ecológica: "Esta tradición ancestral aporta a nuestros productos una personalidad y unas características únicas".

A los pies del Castillo
Las también históricas viñas de Bodegas Piqueras, algunas de ellas centenarias, crecen junto a la magnética presencia del Castillo de Almansa. Fundada en 1915 por Luis Piqueras, rinde homenaje a aquel pionero almanseño con la familia de vinos El Abuelo de Piqueras, "elaborados con el alma", y también a la omnipresente fortaleza en su estirpe de vinos más emblemática, Castillo de Almansa, que despegó en 1972.
"Cuando una empresa de cualquier tipo lleva casi 110 años en marcha, el mayor patrimonio que posee es la experiencia acumulada y transmitida por cada generación", afirma Juan Pablo Bonete Piqueras, gerente de la bodega familiar. Nieto de Luis Piqueras e hijo de Mario Bonete –el primer presidente del C.R.D.O.P. Almansa–, forma parte de la tercera generación, que "actualmente está pasando el relevo a la cuarta, transmitiendo los valores y la identidad que siempre acompañarán a Bodegas Piqueras".
Ese espíritu visionario los llevó a realizar las primeras crianzas en barrica de Garnacha Tintorera en los años setenta, y también se adelantaron a la tendencia de crear vinos parcelarios a través de sus líneas GEN ONE y Los Losares.
GEN ONE "crea arte a través del amado suelo hollado y trabajado por las generaciones anteriores" en dos vinos, uno blanco –vibrante y expresivo monovarietal de Verdejo, con notas salinas y de monte bajo– y uno tinto –exuberante y especiado coupage de Monastrell, Garnacha Tintorera, Syrah y Cabernet Sauvignon–.
En Los Losares exploran todos los matices de una parcela única y singular que alberga sus vides más antiguas "y exclusivas" de Garnacha Tintorera y Monastrell: "Estas variedades autóctonas son el legado de nuestros antepasados", dicen.
Los Losares Garnacha Tintorera procede de una parcela en pie franco, y en su extraordinaria complejidad revolotean frutas silvestres maduras, flores secas o especias dulces. El gerente de Bodegas Piqueras destaca este vino como ejemplo de una Garnacha Tintorera bien trabajada, "diamante en bruto que solo los enólogos con mucha experiencia en esta variedad pueden pulir". Y nos habla de las peculiares características de esta uva en los alrededores del Castillo de Almansa: "La Garnacha Tintorera es una variedad muy rústica, potente y con algunos parámetros analíticos extremos. La zona donde tenemos nuestros viñedos tiene un clima con una influencia algo más mediterránea que las zonas más altas de Alpera o Higueruela. Esto hace que la Monastrell esté mejor aclimatada y que la Garnacha Tintorera aporte vinos con algo más de dulzor y una acidez un poco más baja".

Explosión de creatividad
Justo al otro extremo de Almansa, en una de las zonas más altas de la Denominación, Pepe Rodríguez de Vera se ha posicionado como uno de los elaboradores más creativos de la zona. Este buscador de viñedos singulares comenzó a fraguar su rompedor proyecto vitivinícola en Finca Casalta, un paraje fascinante a 1.000 metros de altitud rodeado de encinas centenarias.
"Es una finca que ha pertenecido a mi familia durante siete generaciones y siempre ha tenido viñedo. Empecé haciendo algo de vino en el garaje de casa por aprovechar las viñas familiares y experimentar", recuerda. Así nació Dominio de Casalta, que tiene 22 hectáreas en Almansa, repartidas en diferentes parcelas con una diversidad de suelos muy interesante (calizos, arcillosos y francoarenosos). "Al tener esa diversidad de suelos y esa altitud, jugamos con microterruños. Por ejemplo, en la parcela de la Hoya Colorá tenemos un embalse próximo a la viña de más de cinco hectáreas. Allí, la combinación entre la altitud y la proximidad de grandes superficies de agua nos permite generar un clima más moderado de lo habitual y hacer maduraciones más largas, manteniendo muy bien la acidez y la frescura en la uva", cuenta.
En esta parcela tan especial nacen un Chardonnay y un Pinot Noir adictivos e inusuales. Tanto, que Pepe Rodríguez de Vera confiesa que él no habría plantado Pinot Noir, pero quiso hacer un homenaje al viñedo: "He trabajado diez años en intentar comprender cómo funciona, cómo se adapta al entorno, hasta que he conseguido manejar la vegetación lo suficientemente bien como para hacer un vino elegante y equilibrado. Muestra un perfil mediterráneo, pero al mismo tiempo preserva esa acidez crujiente que tienen los vinos de Borgoña. Es justo lo que yo buscaba".
Otro de esos vinos que comparten la bella costumbre de hacer volar por los aires lo predecible es Dominio de Casalta Sorrasca, un monovarietal de Petit Verdot procedente de un terreno calizo que les reveló un secreto inesperado: "Hemos descubierto que la uva se adapta mejor en la zona de Almansa que en su lugar de origen, Burdeos, precisamente por la altitud. Allí no consiguen una maduración plena y sin embargo aquí es muy interesante, llena de complejidad y matices".
Pero si tuviese que elegir una gama de vinos que refleje la asombrosa colección de suelos y orientaciones que hay en la finca, Pepe no tiene dudas: "Diría Dominio de Casalta porque representa un poco el conjunto de la finca, con sus diferentes tipos de suelo y variedades, y la frescura que domina en toda la zona. Le tengo especial cariño porque implica comprender la filosofía del proyecto al completo".
Una parte importante de esa filosofía reside en una intervención mínima tanto en viñedo ­–100 % ecológico– como en bodega, donde hacen vinificaciones prácticamente naturales: "Preservamos muy buen pH y muy buena acidez natural, y con esa acidez tan marcada me puedo permitir el lujo de hacer vinos bastantes naturales sin tener que adicionar grandes cantidades de sulfuroso porque son capaces de protegerse por sí mismos. Creo que el terruño tiene mucha más nitidez y expresión así, llega de manera más auténtica a la botella".    

Alma tinta y parcelaria
Al noroeste de la D.O.P. Almansa, también desde las alturas, la gran comunidad de Tintoralba –su raíz es la Cooperativa Santa Quiteria de Higueruela, fundada en 1957, y hoy en día cuenta con 225 socios– comparte un poético objetivo: "Buscar el alma de la Garnacha Tintorera en su máxima expresión".
Para conseguirlo, han apostado por nuevos estilos diferentes, "elaborando vinos de pueblo, vinos de paraje y vinos de parcela, todos ellos certificados como orgánicos y veganos, y separando así estilos de calidades".
Uno de esos vinos de paraje es Cerro del Buey, con sus aromas de frutas rojas maduras, toques balsámicos, un punto salino –que bebe del suelo calizo– y una personalidad arrolladora. Completa el dúo del Proyecto Alquería el Vino de Pueblo de Higueruela, Piedras Coloradas, que "representa todo el mosaico de viñedos cultivados a mayor altitud dentro de la D.O.P. Almansa".
Esa altitud, explican, ayuda a conseguir vinos frescos, con una gran acidez natural y una gran concentración de fruta gracias a sus viñedos viejos en vaso. Aunque cultivan variedades como la Verdejo o la Syrah, su producción "está enfocada en la Garnacha Tintorera, siendo la uva insignia debido a su perfecta adaptación tanto en clima como en suelo. Además, contamos con Pedro Sarrión, uno de los enólogos que mejor interpretan la Garnacha Tintorera, consiguiendo conectar con los amantes de vinos singulares".
Tintoralba Dulce Selección y Tintoralba Dulce son dos de esos vinos, en este caso de vendimia tardía y producción limitada, que nos enseñan la generosidad sin límites de la Garnacha Tintorera, evocadora y soberbia también en elaboraciones dulces.
Canción escarlata
Escriben en Bodegas Atalaya, de Viñas Familia Gil (Gil Family Estates), que "los racimos de Garnacha Tintorera y Monastrell prosperan como por encantamiento, ya que los viñedos viejos parecen querer estos suelos calizos de baja fertilidad, sufridores de escasas lluvias. Por sus pedregales resuenan antiguas batallas, y aún más, viejas cacerías que quedaron grabadas en cuevas. Sus vides mantienen la fuerza de los siglos".
Continuando con aquella bella historia que casi parece un cuento, el idilio entre Viñas Familia Gil y la Garnacha Tintorera venía de lejos y quizá estaba escrito por Destino. Miguel Gil, copropietario del grupo vitivinícola, nos cuenta que Bodegas Atalaya es un proyecto muy especial debido al conocimiento de la Garnacha Tintorera por parte del padre de la actual generación, Juan Gil González, "que trabajaba con ella magistralmente, mostrando un conocimiento profundo de la misma. Con esta variedad conseguía elaborar vinos muy atractivos, a pesar de su fama de dar lugar a vinos rústicos y muy complicados por sus aristas organolépticas y de que en general se opinaba que solamente eran aptos para su coupage en pequeñas proporciones –aportando estructura y color–".
Cuando surgió la oportunidad de incorporarse a esta región, aquel recuerdo "fue determinante para nuestra decisión. Hoy estamos muy felices de haber construido entonces la bodega, que elabora mayoritariamente todos sus vinos con esta variedad", reconoce Miguel Gil.
Sus expresivos vinos "muestran la esencia escarlata de la tierra", dando también voz a "la melosidad y fuerza de la Monastrell sobre el predominio de la Garnacha Tintorera y su pulpa violácea. En rojo ciruela para el tinto joven Laya; con potencia y complejidad en La Atalaya del Camino y Alaya Tierra, densos, sedosos y con destellos y evocaciones de madera". Esta primavera se sumará a su peculiar familia almanseña La Bien Plantá, el nuevo vino biodinámico de Bodegas Atalaya, "elaborado con Garnacha Tintorera en un proceso totalmente artesanal, regido por la astronomía y el deseo de devolver a la tierra lo que nos da".  

El hechizo de un territorio
En esta tierra donde la historia se reverencia a través del vino (al igual que el castillo, la batalla de Almansa y las pinturas rupestres de Alpera también tienen su propia etiqueta –Hacienda El Espino y la Bodega Santa Cruz de Alpera firman el homenaje líquido–), todo se explica desde una frontera. Ese puente entre la Meseta y el Mediterráneo que lleva dentro dos mundos y que este año se puede disfrutar de una forma mucho más completa: "Hemos constituido la Ruta del Vino de Almansa recientemente, somos la ruta 37,  y es algo que ayuda a entender todo lo que gira en torno al vino, cómo se mima desde la tierra: esa gastronomía de la zona, ese paisaje, esas elaboraciones especiales, esas parcelas seleccionadas, ese terruño. Yo creo que las experiencias que ofrecemos aportan esa diferenciación en un mercado tan lleno", concluye la gerente de la Denominación, Rosana Trujillo.
Y se despide con una preciosa frase del historiador local Miguel Juan Pereda que tomamos prestada como épico final: "Beber vino del lugar donde se ha nacido es un privilegio, es librar la sangre de la madre tierra".

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