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Venta d’Aubert Una bodega multinacional en el Bajo Aragón

  • Redacción
  • 1999-06-01 00:00:00

Esto es el Maestrazgo: el antiguo y amplio feudo de los belicosos maestres de Santa María de Montesa, al tiempo caballeros, soldados, monjes y galanes furtivos. Buenos vinicultores, también, y consumidores devotos de sus vinos.
Pasa por Valderrobres un río que se llama Matarrañas, de aguas muy claritas con pececillos que pueden verse asomándose uno al pretil del puente medieval. Este pueblo además de monumental es bilingüe. La gente se expresa lo mismo en castellano que en valenciano, con acento propio envuelto de toques aragoneses, lo que, se explica porque la comarca está en una zona lindera con Castellón, y Tarragona.
Es una parcela aragonesa donde presumen mucho del tambor y el bombo.
Lo anuncian a todo trapo en cartelones carreteros por Alcañiz, por Híjar, por Calanda... Luis Buñuel, que era de aquí, fue uno de los geniales sordos de la historia. Pero existe el silencio, palabra.
El silencio está en los lugares donde reposa y madura el vino. Allí no se oye el vuelo de una mosca. Allí las barricas, limpias y alineadas, componen un paisaje tan geométrico como silencioso, y en su vientre de madera, tan calladas, ellas solas van madurando los vinos que un día nos darán graciosa verborrea, acompañarán el condumio y nos aliviarán la vida.
En el camino que va de Alcañiz a Valderrobres, y de Valderrobres a Arnés, por estas tierras de bombo y tambor, hubo en tiempo gran superficie de viñedo, pero ahora son básicamente ganaderas, y en lo agrícola cultivan el almendro, el olivo y también un poco la vid. Es una región hermosa, suave y despoblada, que tiene como telón de fondo las crestas “dels ports de Peseitx”, muy abruptas y pobladas de jabalíes y cabras montesas.
Allí, en el pueblo de Cretas, fue a parar una pareja de suizos, hace pocos años: Hanspeter Mühlemann y Ruth Brandestini. Conocían la zona como viajeros turistas, pero un buen día ambos quemaron sus naves y vinieron a este rincón de Teruel con la idea de montar un restaurante de carretera. Esto se demostró difícil. Y entonces esta pareja de maduros aventureros decidió, puestos a aventurarse, hacerlo por el vino.
Esto ocurrió hacia 1987. Se hicieron con trece ha. en Venta d’Aubert, y allí, favorecidos por el clima y las condiciones del terreno, fueron plantando sus cepas en una tierra que hasta entonces era un monocultivo de avellano. Actualmente poseen 80 hectáreas, 14 de ellas de un espléndido viñedo sobre suelos arcilloso-calcáreos, a 500 m. sobre el nivel del mar, y bendecidos por un clima mediterráneo semicontinental que propicia un perfecto desarrollo de la cepas. La búsqueda de la mayor calidad de uva les ha llevado a desarrollar un marco de plantación de 2.500 cepas/ha., con un rendimiento medio que no supera los 3.000 kg./ha.
La bodega de la Venta d’Aubert es una instalación limpia y reluciente, donde brilla el acero inoxidable de los grandes depósitos de fermentación, cerca de la nave donde reposan las barricas de roble.
Dos genios asesoraron en un principio a la bodega: José Luis Pérez -quien les aconsejó qué cepas plantar, cómo elaborar y la adecuada mezcla de las distintas uvas- y Álvaro Palacios. Hoy, el tercer hombre en la sociedad es el enólogo alemán Stefan Dorst, que crea vinos lo mismo en España que en Suiza, Chile o Sudáfrica. Fueron así uniéndose las Cabernet Sauvignon, Syrah, Garnacha tinta y blanca, Chardonnay y Viognier.
El resultado, vinos de gran personalidad, muy potentes y carnosos: el Venta d’Aubert blanco de Chardonnay, Viognier y Garnacha blanca, que ha reposado 4 meses en barricas nuevas de roble francés; y el Venta d’Aubert Crianza a base de Cabernet Sauvignon, Merlot, Garnacha y Syrah, envejecido durante 18 meses en roble americano y francés. El mayor de la familia se llama Domus, un soberbio Reserva con el mismo coupage que su hermano menor. El Domus, un tinto profundo y aromático, es la estrella de la casa. Dos años en barrica de roble francés le preparan para largos viajes dentro de la botella.
El Domus y sus hermanos blanco y Crianza, todos ellos amparados bajo la etiqueta “Vino de la Tierra. Bajo Aragón”, se venden ya en Italia, Inglaterra, Bélgica, Dinamarca, Holanda, Alemania, Suiza y Austria, además, por supuesto, de España. En realidad, aquí se queda sólo un veinticinco por ciento de una producción total que está alrededor de las 60.000 botellas. Es un vino multinacional el que producen estos dos suizos sumergidos en las tranquilas soledades del Maestrazgo.

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