Política sobre cookies

Utilizamos cookies propias y de terceros, así como los datos de la conexión del usuario para identificarle. Estas cookies serán utilizadas con la finalidad de gestionar el portal, recabar información sobre la utilización del mismo, mejorar nuestros servicios y mostrarte publicidad personalizada relacionada con tus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos y el análisis de tu navegación (por ejemplo, páginas visitadas, consultas realizadas o links visitados).

Puedes configurar o rechazar la utilización de cookies haciendo click en "Configuración e información" o si deseas obtener información detallada sobre cómo utilizamos las cookies, o conocer cómo deshabilitarlas.

Configuración e información Ver Política de Cookies

Mi Vino

Vinos

CERRAR
  • FORMULARIO DE CONTACTO
  • OPUSWINE, S.L. es el responsable del tratamiento de sus datos con la finalidad de enviarles información comercial. No se cederán datos a terceros salvo obligación legal. Puede ejercer su derecho a acceder, rectificar y suprimir estos datos, así como ampliar información sobre otros derechos y protección de datos aquí.

Finca La Anita, una pequeña bodega ecológica en Mendoza

  • Redacción
  • 1998-10-01 00:00:00

Cuando se visita Finca La Anita, en la región argentina de Mendoza, en un paisaje de una belleza desmesurada, con el Tupungato nevado como telón de fondo, se toma conciencia de que el vino allí vuelve a alcanzar su dimensión mítico romántica. Estamos muy lejos de las exageraciones industriales. Los hermanos Antonio y Manuel Mas, elaboran en su pequeña bodega artesanal lo que el mundo pide a gritos: vinos ecológicos.

El paisaje es de una belleza impresionante y despojada. La bodega y la finca se encuentran al sur del Río Mendoza, en el Alto Agrelo. Un distrito de Luján de Cuyo considerado óptimo para el cultivo de ciertas variedades finas, especialmente el Malbec. A una altura de 1.000 metros, el château -en el sentido bordelés, ya que la pequeña bodega se levanta junto a las bien cuidadas viñas- tiene una extensión de 57 hectáreas.
El suelo del terruño es profundo, con abundantes materiales calcáreos en formación y pobre en materia orgánica. Estas características del hábitat, se suman al tipo del clima templado y árido, con escasas precipitaciones.
Las noches son frías y mágicas, el sol irrumpe despiadado en los días cálidos. Condiciones climáticas ideales, ya que la gran amplitud térmica, que ronda los 15° C, es factor determinante para obtener vinos de muy buen color y excelentes taninos.
Pero estos vinos a la moda no están solo determinados por las condiciones de una naturaleza pródiga. El ingeniero agrónomo especializado en enología, Antonio Mas, recurre al riego por inundación en surcos, con aguas superficiales del río Mendoza, y de perforación extraída por bombeo (200 metros de profundidad). Los cultivos se diseñaron en parral para el Syrah y en espalderas orientadas de Norte a Sur. Se utilizan únicamente fertilizantes naturales (guano de cabra) y se recurre a podas rigurosas, deshojes y stress hídrico provocado para disminuir los rendimientos, favoreciendo la concentración de azúcares, sabores y aromas. Estos cuidados no nacieron de una voluntad instantánea. Los viñedos pertenecen desde hace mucho tiempo a la familia Mas (Anita era el nombre de la madre) y siempre estuvieron destinados a proveer de uvas a importantes bodegas (Chandon, Navarro Correas). Hace solo pocos años (en 1993) que los hermanos Mas (Antonio, el sabio, y Manuel, el sensible y vital Presidente de la empresa con sede en Buenos Aires), hijos de un médico español republicano exiliado en la Argentina, decidieron usar esas uvas codiciadas por las mejores bodegas mendocinas para elaborar sus propios vinos.
Las variedades implantadas durante los últimos 50 años son las tintas Malbec, Syrah y Cabernet Sauvignon (en muy pequeña cantidad) y en blancas, Sèmillon, Tocai Friulano, Chenin y Chardonnay.
Así fue como construyeron la Pequeña e impecable bodega pintada de intenso amarillo, de diseño austero y cálido, de un buen gusto refinado y sin estridencias.
Lo que caracteriza a los vinos de los hermanos Mas, y de allí el éxito fulminante en el mercado local, es el respeto absoluto por el cultivo y a la vinificación como procedimientos naturales, sin utilizar, en ninguna etapa de producción de las uvas o de la vinificación, fertilizantes, estabilizadores, ni ningún tipo de agente derivado de las industrias químicas. Los vinos de Finca La Anita son esos productos orgánicos y artesanales que el mundo aprecia cada vez más.
El arte de vinificar
La antigua prensa de madera, manual, reciclada en su interior con acero inoxidable, es un símbolo del estilo que los Mas quieren darle a sus vinos. Fue adquirida a una vieja bodega mendocina y cumple su función de tratar a los jugos amorosamente.
En la elaboración no se utilizan uvas que provengan de fincas ajenas. Aunque tienen una producción muy limitada y el mercado externo está vivamente interesado en estos vinos, el fundamentalista Antonio se niega a vinificar uvas que no sean de viñedos propios.
La bodega empezó sus actividades con la cosecha de 1993, y se vinifican y envasan como Finca La Anita solo el 30% de las cosechas. Una segunda marca, Cuarto de Milla, que se produce en colaboración con los Criadores de caballos Cuarto de Milla (aquellos del Far West), se elabora en otra bodega, pero también con uvas propias. Son vinos de un precio inferior pero de excelente calidad. El blanco es un corte de Chenin y Sèmillon, y el tinto, de Syrah y Malbec.
Para ambas marcas se utilizan solo las mejores uvas, que son recogidas manualmente a horas muy tempranas o crepusculares.
La molienda en acero inoxidable se logra sin rotura del escobajo, evitándose así la incorporación a los mostos de taninos amargos e indeseables.
La extracción de los zumos se hace en esa antigua prensa de madera vertical, recubierta con cribas de acero inoxidable, por presión manual. La fermentación se realiza en cubas de acero inoxidable a temperaturas controladas. Para las blancas, en cámara de fermentación refrigerada, con temperatura estabilizada a 15 grados. La maduración en roble se efectúa en pequeñas vasijas de roble nuevo, tostado medio, de los bosques de Alliers en Francia. En el embotellado se elimina parte, entre corcho y líquido, que es reemplazado por gas inerte. Finalmente, expertas manos mendocinas etiquetan las botellas, sin parafernalias ruidosas.

Vinos para todos los gustos

Hace algo mas de dos años, en el mes de mayo de 1995, sin estruendosos lanzamientos se presentaron los primeros vinos a los expertos, en reuniones privadas. Todo entre amigos, al mejor estilo Mas. Merecieron una aprobación entusiasta e inmediata. Poco a poco, los mejores restaurantes de Buenos Aires quisieron procurarse esos vinos de los cuales todo el mundo comenzaba a hablar: el Syrah cosecha 1994, un personal Sèmillon con una proporción fermentada en madera, un Chenin de aromas impetuosos, y el seco, perfumado y sabroso Tocai Friulano. Muchos se quedaron con ganas del Cabernet Sauvignon, del que se elabora solo una pequeña partida. En Esos meses se presentaron en la London Wine Trade Fair. Los escandinavos insistían en adquirir Ese Cabernet especial. No fue posible. Cuando se acaban, se acaban. No se embotella otra cosa ni se recurre a uvas o vinos de otros. Los Mas prefieren perder un negocio de exportación que traicionar sus principios.
En mayo del 97, con tonadas cubanas y empanadas mendocinas, se presentó en el restaurante Patagonia, el Malbec, una espléndida expresión del “terroir”, que también obtuvo una adhesión inmediata de los consumidores exigentes.
El Syrah de Finca La Anita está considerado el mejor del mercado argentino. En abril próximo se presentará un Syrah cosecha 1996, sin filtrar. Los Mas se adhieren así a la ideología, una vuelta a los orígenes, que consiste en traquetear lo menos posible a los vinos.

Sèmillon y Tocai Friulano, poco frecuentes

Si el Sèmillon, variedad de origen bordelesa, responsable de los blancos secos de Graves y, en combinación con el Sauvignon Blanc, del Sauternes, tuvo mala prensa en Argentina es porque se lo plantaba en el lugar inadecuado y se lo vinificaba francamente mal. Históricamente se cultivaba en la calurosa Provincia de San Juan y en esos años no se utilizaban los sistemas de frío.
Con el Sèmillon de Finca la Anita, Antonio Mas recupera las virtudes de esta variedad fina. Recientemente, en una cata vertical de tres Sèmillon (cosecha 1994, 95 y 96) el más añejo me resulta asombroso. Se demuestra así que este cepaje puede dar vinos de guarda, sobre todo en este caso, vinificado con maceración pelicular y una parte del vino fermentado en esas pequeñas barricas de roble francés. Con profundos aromas, tiene una calidad de miel que lo convierte en menos austero que los pocos representantes de esta uva.
El Tocai Friulano, un cepaje de origen italiano, especialmente la cosecha 1997, es fresco, joven e impetuoso, pero solo se produjeron 4.300 botellas. Este vino y el Malbec sedujeron al Marqués de Griñón.
Si al principio fueron vinos casi secretos ahora se exportan en pequeñas partidas a Londres, a Suecia (un importador que distribuye en restaurantes y hoteles de cinco estrellas) y a Dinamarca. Los escandinavos deliran por los productos ecológicos.
Una conversación con Antonio Mas

Se define como un fundamentalista del viñedo. A diario sumerge un dedo en las barricas y comprueba la evolución de sus vinos, que cuida como a sus cinco hijos. Viene poco a Buenos Aires, lo suyo es el sol mendocino, y la finca que recorre palmo a palmo, diariamente. Es un romántico a quien no le atraen los brillos porteños, pese a que los vinos de Finca La Anita se hayan convertido en Buenos Aires en los mas codiciados por un alto nivel de consumidores.

¿Que lo llevó al cultivo biológico de la vid?

Fue una suma de acontecimientos. Influyeron en esta decisión los problemas recurrentes de la vitivinicultura argentina, la mala calidad del producto final a la luz de los resultados internacionales, el replantear el estudio de la vitivinicultura luego de un minucioso análisis de la realidad que se vivía ene se momento.

¿Ve usted la naturaleza en forma diferente a hace 10 años?

Aunque vivo en medio de una naturaleza privilegiada, tengo conciencia del deterioro ambiental producido por empresas irresponsables. Trato de aportar lo que puedo para que mi producción esté en armonía con el mundo que quiero.

¿Cómo sería el vino que sueña hacer?

Un producto con todas las cualidades que nos da un viñedo correctamente manejado, logrando que la evolución del mismo revele la tipicidad del varietal.

Para muchos, las pretensiones de ecologismo y regionalismo están muy relacionadas, pero los vinos se transportan por el mundo. ¿Es esto una contradicción?

No, el buen vino tiene pasaporte para el mundo.
Las cepas tradicionales son plantas delicadas, incapaces de sobrevivir sin protección. ¿Se justifica, a pesar de todo, su existencia?

Creo que el trabajo del viticultor debe, como legado a otras generaciones, preservar tal cual es el germoplasma de estas plantas.

¿Qué opinión le merece el empleo del cobre y el azufre?

En la zona donde desarrollamos nuestros vinos son los únicos dos productos que en forma mesurada, y solo de manera preventiva en determinadas épocas del ciclo agrícola, se deben usar para paliar los daños de enfermedades de tipo endémico que aquí existen.

La tecnología genética está en alza. ¿Se mantendrá el bio-vino como limpia excepción?

Debería, eso depende de la filosofía del hombre.

Antiguamente la vinicultura se practicaba junto a otros cultivos de campo, en al mayoría de los casos por grandes familias. ¿No sería deseable este viejo modelo para la bio-vinicultura?

Es deseable, pero no sé si es factible por los cambios habidos en el contexto histórico, económico y social donde se desenvuelven. En la Argentina, grandes empresas multinacionales están adquiriendo las bodegas familiares medianas. Creo que sucede en todo el mundo.

¿Cuál ha sido su experiencia más difícil en los últimos años?

Tratar de concretar en un vino el cúmulo de espectativas que encierra. Creo que todavía no lo he logrado. Hay una situación real y reciente: la cosecha del 98 fue dramática por los cambios climáticos que produjo la corriente del Niño. Hasta ahora jamás había sucedido algo así en la región. Así que no tuve más remedio que encarar soluciones drásticas: no habrá blancos de Finca La Anita de este año.

¿Extiende Ud. su preocupación por el medio ambiente a los demás aspectos de la vida?

Claro, somos una unidad, la vida no se puede fraccionar en comportamientos estancos.

Además del Malbec y del Torrontés, considerados internacionalmente como la identidad nacional en uvas, considera que hay otras variedades que encontraron su hábitat en la Argentina?

Sí, el Syrah y el Sèmillon se dan muy bien. Ambos adquieren en el país características muy personales.

enoturismo


gente del vino