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El vino como negocio Una feliz inversión

  • Redacción
  • 1997-12-01 00:00:00

El primer número de MiVino inició su andadura, como corresponde a sus inquietudes, con un ramillete de los mejores vinos para guardar, y un tema poco tratado en nuestro país: la inversión en vinos. Invertir en ellos tiene su parte buena y su parte mala. A poco que guste el vino, y a pesar de las ganancias seguras que nos reportará, siempre costará desprenderse del pequeño tesoro, mucho más que de cualquier otro producto. Un año después hemos querido analizar los mismos vinos a los que en aquel momento auguramos una buena revalorización, y, lo más importante, una larga vida. El experto inversor que compró en su momento una partida importante de alguno de estos vinos debe estar frotándose las manos de alegría. No solo tiene en su poder vinos extraordinarios, que constituyen hoy lo mejor de la enología de nuestro país, y en un estado inmejorable, sino que habrá realizado uno de los negocios más rentables de su vida. El que menos se ha revalorizado lo ha hecho en torno al 20%, aunque alguno ha rondado el 300%.

Una selección acertada

Dado que su evolución sigue siendo muy lenta, todos estos vinos están prácticamente en el punto de partida, y los precios se irán incrementando notablemente en los próximos años, según disminuya el número de botellas disponibles en el mercado. Lógicamente, a la vuelta de unos años alguna de estas botellas será una rareza que se cotizará como un caro objeto de colección. Es justo reconocerlo: la falta de espacio nos privó de traer a las páginas del primer número de MiVino un número mayor de marcas. Había entonces más de una treintena de buenos vinos, todos con calidad suficiente para su disfrute a largo plazo, bien entrado el próximo decenio, y realizar de paso con ellos un buen negocio. Hoy, a la vuelta de un año, y con la incorporación de las joyas surgidas de las excelentes cosechas del 94 y 95, se pueden seleccionar hasta un centenar de buenos y bravos tintos que solo el tiempo de crianza en botella podrá domar. A la lista de los 17 vinos seleccionados hace un año cabría añadir hoy los nuevos prioratos Mas de Masos 95 (de Capafons), Amadís 95 (de Rotllan) o el Passanau 95, o los Rodero, Villacreces, Sastre y Alión 94 que aguantó el tipo perfectamente en una cata ciega con 7 grandes vinos de Burdeos, todos de la misma cosecha, y con un precio al menos diez veces más barato. Por no hablar de los nuevos riojas de Lan, Roda, Contino, Marqués de Vargas o los novísimos Remírez de Ganuza y el de Miguel Ángel de Gregorio. Del Penedés, piden a gritos un sitio en esta clasificación de buenas inversiones los Caus, de Carlos Esteva. Son valores en alza que no tuvieron su oportunidad en la primera selección, pero muy recomendables para una nueva y gozosa inversión.

Pocos, pero excelentes

El afortunado poseedor de alguno de los 17 vinos seleccionados hace un año debe saber que no sólo tiene un gran tinto, con mucha vida por delante, sino un bien escaso. La mayoría de estos vinos son muy difíciles de encontrar, tanto en la bodega como en el mercado. Todavía hay existencias de alguno de ellos en las buenas tiendas especializadas, sobre todo de aquellas marcas de mayor producción, como es el caso de Gran Coronas Mas la Plana, Marqués de Cáceres, o Dominio de Conte. Lo mismo ocurre con Mas Castell 92, de Raimat. Más complicado resultará encontrar los del Priorat; la poca producción de sus bodegas (apenas si se sacaron 10.000 botellas del Clos de l'Obac 94, y unas 7.000 del Martinet 94), unido a la excelencia de la añada, hizo que se acabaran rápidamente. Hoy a ninguno de los dos productores les queda una sola botella en bodega. Con el Clos Dofí o L'Ermita, de Álvaro Palacios, no pudimos contar desde el principio por estar agotados. Encontrar una botella de estos prioratos es un verdadero triunfo. Pueden verse en ciertas tiendas especializadas y en las cartas de pocos restaurantes, aunque, naturalmente, a precios astronómicos.
En cuanto a la evolución experimentada durante este año, la cata ha demostrado que están todos en plena forma, confirmándose así la estimación que hicimos en su día. Bien es verdad que un año no es nada para vinos tan estructurados y tánicos. Un dato que nos ha llamado la atención es el admirable estado de salud que presentaban todas las botellas. Ni una en mal estado, ni un mal corcho, Todas las copas, fragantes, soberbias. Los vinos, diferentes entre ellos, pero unidos por la calidad aromática de su buqué y los valores sápidos. El hecho de que apenas hayan cambiado su perfil organoléptico y, en todo caso, siempre para mejor, reafirmando las cualidades que ya mostraban en 1996, da idea del tiempo que pueden aguantar en una bodega conservados en óptimas condiciones. Hay negocio y placer para muchos años.

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