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Cuando la vinoterapia resulta un lujo asiático

  • Redacción
  • 2001-10-01 00:00:00

Partiendo de que las uvas son buenas para la salud, sobre todo sus pepitas, en el viñedo de Pessac-Leognan ofrecen curas de superlujo. En el programa, baños en barricas o masajes embriagadores con crema de pepitas de uva: se llama vinoterapia. La prueba evidente de la insuperable genialidad francesa... Este descubrimiento se debe a los hijos de la familia Cathiard, propietarios del Château Smith-Haut-Lafitte, en Martillac, en los viñedos de la AOC Pessac-Leognan.
Es aquí donde la familia Cathiard se supera a sí misma. Porque quien dice vino, dice pepitas de las uvas. Pues bien, las pepitas poseen virtudes antienvejecimiento. El profesor Vercauteren, de la Facultad de Burdeos, ha avalado científicamente la idea. Y nadie la ha cuestionado. Acaba, pues de nacer la talasoterapia a base de pepitas de uva.
Sólo quedaba ponerle un nombre al invento. ¿Cuál? “Los Manantiales de Caudalie”, dado que, bajo tierra, gorgotea un manantial y que “caudalie”, en la jerga de los amantes del vino, “es una medida del vino en la boca”. Hace dos años han surgido, como por arte de magia, un hotel de lujo y un centro sanitario. El negocio funciona a las mil maravillas. Se trata de una especie de internado de alto standing para banqueros reventados, estrellas de cine desinfladas y cantantes secos de éxitos. Como no podía ser menos, en el hotel se come extraordinariamente bien. El vaso de vino blanco del Château cuesta 9,15 e (1.522 ptas.). Y así “Los Manantiales de Caudalie” se han convertido en “la niña mimada de los medios de comunicación” (“Gala”, “Le Figaro Magazine”, etcétera.)

En paños menores
De esta forma se justificaban los tres días antienvejecimiento por 731,76 e (121.755 ptas.). El tratamiento comienza por algo a medio camino entre los baños turcos y las páginas de Marie-Claire, todo con un gusto refinado. “¿Quiere embadurnarse?”, musita con voz dulce una señorita. Y procede a untar el cuerpo con una crema a base de pepitas de uva. Después, envuelto en un saco de plástico -”¿tiene claustrofobia?”-, el paciente de la talasoterapia debe estar en absoluto reposo durante 15 minutos. Acabado el tiempo, la señorita rompe la costra, y a la ducha. “Puede descansar en la cafetería y servirse todo lo que quiera”. Peligrosa sugerencia: el zumo de zanahorias está a 6,1 e (1.015 ptas.).
El siguiente paso te acerca a la más pura fantasía: el baño en barrica. La cosa, vista de lejos, parece mismamente una barrica. De cerca, se trata de un Jacuzzi con un revestimiento de madera. Un experto echa “un poco de esencia de aceite a base de pepitas de uva” y un dedal de orujo de vino. El aparato se pone en marcha. Parece un diesel que ronronea. A los cinco minutos, bajo el efecto del orujo, se forma una abundante espuma. Finalmente, llega la hora del “masaje embriagador”, a base naturalmente de aceite de pepitas de uva.
La habitación está a dos pasos. El “modelo confort” a 195,13 e (32.467 ptas.). ¿Media hora de tiempo muerto? El barman aconseja un Aberlour de 62º a 14,48 e (2.409 ptas.). A la noche llega la hora del “baño rojo”, sumergido en una bañera con “180 chorros” tipo Niágara. Modalidad: “tónico”. Una modalidad que hace ruido como un Concorde. Y por fin, el momento más esperado, lo más chic: el “vinolift”. Es la señora Sylvie la que se ocupa de la cara. “Su piel tiene sed”. Y la sacia con “raspón” de uva.
Resumamos. La vinoterapia es algo muy serio. Sobre todo, por lo que cuesta. Esta cura “reducida” han sido 878,56 e (146.180 ptas.), sin los extras del bar. Tirado, si se tiene en cuenta que las pepitas son extraídas con pinzas de depilar.

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