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La dulzura que vino del fuego

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  • Diana Fuego
  • 2021-06-02 00:00:00

Los legendarios vinos dulces de Tenerife reinaron durante siglos en toda Europa, pero los conflictos arancelarios y la lava firmaron su ocaso. Hoy, vuelven a centellear con la misma fuerza (o más).


Escribía William Shakespeare en Enrique IV: " Por mi fe que habéis bebido demasiado vino canario, un vino maravilloso y penetrante que perfuma la sangre antes de que se pueda decir: ¿qué es esto?, ¿cómo os sentís ahora?". El dramaturgo inglés más famoso de la Historia compartió con sus compatriotas (y con otros escritores y reyes) la fascinación por el canary wine –al vino de Malvasía también se le denominaba sack–, que se empezó a exportar en el siglo XVI. Como explica Antonio Macías, catedrático de Historia e Instituciones Económicas del Departamento de Economía de la Empresa e Historia Económica de la Universidad de La Laguna, en su artículo sobre el Canary Sack: "Los comerciantes ingleses, holandeses y hanseáticos visitaban las bodegas nada más finalizar la vendimia y rivalizaban por adquirir la malvasía de superior calidad, y en el mes de enero cientos de navíos recalaban en las radas insulares para conducir su preciada carga a los puertos de Londres, Ámsterdam o Hamburgo. El Canary había conquistado un puesto de honor en el limitado y selecto círculo europeo de los mejores caldos".

Seducción histórica
Las viñas llegaron a este territorio de fuego y brumas con el sabor del mestizaje de los primeros colonos en el siglo XV: "Los creadores de ese exótico vino, que desde unas islas hasta entonces desconocidas irrumpía en el círculo europeo de selectos caldos para competir contra gigantes y alcanzar el éxito en tan corto período, no podían ser neófitos vinicultores. En efecto. Se trataba de colonos de origen lusitano y andaluz que en sus regiones de procedencia mantenían desde tiempo atrás estrechos vínculos con la producción y el comercio del vino", destaca Macías. Este escenario vitivinícola tan excepcional en el que "todas las viníferas encontraron condiciones naturales adecuadas para su aclimatación y desarrollo" hizo que el archipiélago canario fuese conocido como las Islas del Vino bajo el reinado de la Malvasía y sus legendarios vinos dulces.
El intercambio comercial, especialmente con Inglaterra, convirtió el cultivo de la vid y la elaboración de vino en uno de los grandes pilares económicos de las islas durante cientos de años. Pero, como señala Antonio Macías, "el esplendor presagiaba ya el ocaso". Los conflictos del Imperio español con otras grandes potencias como Inglaterra, Holanda o Francia resultaron fatales para el Canary, que sucumbió ante los vinos de Madeira y Oporto, víctima de una cruenta guerra arancelaria.
Bartolomé Sánchez, presidente honorífico de MiVino y gran conocedor de los vinos de Tenerife, también nos cuenta cómo el fuego que latía bajo aquella tierra terminó de socavar la dulce regencia de la Malvasía: "La historia de los vinos dulces de Tenerife también se corta cuando el volcán Trevejo entró en erupción en 1706, arrasando los viñedos y llenando de lava el puerto de Garachico".

En presente perfecto

Pero la naturaleza supo curar sus calcinadas heridas y, gracias al esfuerzo titánico de los viticultores tinerfeños y a lo que aprendieron de aquellos siglos de éxito, los distintos vinos de la isla –los que se venden mayoritariamente son secos– han recuperado la gloria pasada, llevando la esencia de su hipnótica tierra por todo el mundo con una calidad excepcional.
En los años ochenta del siglo pasado, algunas bodegas comienzan a plantar viñas de Malvasía en Tenerife y a recuperar el vino dulce. Entre aquellas pioneras están Viñátigo (en el norte de la isla) y Cumbres de Abona (en el sur), que han apostado por el rescate de variedades autóctonas y elaboran algunos de los vinos dulces más representativos de la zona: Viñátigo Blanco Malvasía Clásico Dulce, en el caso de la bodega del norte, y Testamento Malvasía Esencia, de Cumbres de Abona, dos referentes que tienen como protagonista a la emperatriz isleña: "La Malvasía, como una gran diva que es, es muy caprichosa. Le gusta que la acaricie la brisa marina, llega hasta los 400-500 metros de altitud (incluso a 600, pero a más altitud empieza a enfermar) y tiene esas notas de flor, un poco de Azahar, de fruta exótica como la maracuyá y orejones", describe Sánchez. Muchos de estos vinos, como Brumas de Ayosa Malvasía Aromática Dulce, de la Bodega Comarcal Valle de Güímar (Mejor Vino de Canarias 2020 en la vigésima edición del concurso Agrocanarias), han sido reconocidos en diferentes certámenes nacionales e internacionales. Y también los elaborados con otras variedades, como la Moscatel (Ainhoa Dulce 2019, de Bodegas Balcón de La Laguna, se hizo con el Gran Premio CERVIM 2020): "Son vinos frescos, con esas flores de dama de noche", indica Bartolomé Sánchez.
La diversidad que ofrecen los vinos dulces de Tenerife es impresionante, y también incluye tintos con un enorme potencial de guarda, como Humboldt Tinto Dulce, de Bodegas Insulares de Tenerife, 100% Listán Negro.


Un vino de leyenda
Más del 70% de los legendarios vinos canarios (los malvasías) procedían de Tenerife debido a que en el Archipiélago Canario la economía se articulaba globalmente, lo que quiere decir que este porcentaje tan alto no hubiera sido posible sin la colaboración del resto de las islas.

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