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Poesía en la copa

  • Redacción
  • 2002-09-01 00:00:00

En un magistral “rubaiyyat”, pequeño poema de cuatro versos (cuarteta), el genial Omar Khayam (1040-1123) expresaba el sentir iconoclasta, escéptico y hedonista de lo más refinado y exquisito de la cultura persa y musulmana: “Bebe, no sabes de dónde has venido / Bebe, no sabes a dónde irás”. Fue Omar Khayam no sólo un maravilloso poeta, astrónomo y matemático, sino el pensamiento más libre de Oriente, valga decir del universo, en medio del colapso cultural de la Edad Media cristiana, y supo plasmar el gozo por el vino en pleno fanatismo y oscurantismo. En él se repiten las alusiones a la brevedad de la vida, y el consejo de que disfrutemos de los pequeños goces que nos ofrece, ya se trate de la copa de vino o del regazo de una joven mujer: “Quien bebe es el que escucha como hablan las rosas”; o, “Hace un tiempo agradable / Ni el frío ni el calor lo perturban / Las nubes lavan el polvo de las rosas / El ruiseñor pide a las flores que beban vino”.
A Omar Khayam, el amor y el vino le ayudaron a mantener su equilibrio y a sentirse humano. Supo sacar de su interior, de su esperanza y razón, versos inolvidables que parecen dictados bajo la influencia de una experiencia sensorial tan poderosa como insaciable, y que pueden aplicarse sin excesivo esfuerzo a la experiencia de una copa de brandy jerezano, esencia de vino envejecida en roble. Por ejemplo, cuando habla del “hada de labios dulcísimos” que es una maravillosa forma de expresar el tacto suave, aterciopelado y goloso de ciertos brandies en los que participa algo de Pedro Ximénez; o cuando canta emocionado a la “lágrima que esconde la sangre del alma”, que evoca la lenta caída por las paredes de la copa del brandy previamente mecido en un delicado giro de muñeca. Hermosas palabras de un hombre sabio y tolerante, que pidió para su tumba una mortaja de pámpanos.
Otros grandes poetas, como el católico Paul Claudel, para quién la bebida alcohólica “libera nuestro espíritu e ilusiona nuestra inteligencia”, han expresado en sus mejores versos emociones y han descrito imágenes que evocan las impresiones que recibimos al degustar una copa de brandy jerezano. No debe extrañarnos, ya que el brandy de Jerez es un aguardiente de vino, nacido en la magia umbría y perfumada de las soleras y criaderas. Allí, el tiempo y el silencio realizan su labor creativa, el milagro de un sabor y aromas únicos en el mundo. Por supuesto, la cata ortodoxa del mejor aguardiente de vino se expresa con palabras más prosaicas y directas, pero el brandy de Jerez es, en el fondo de su vejez centenaria, un trozo líquido de poesía.

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