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Vinos de Maceración carbónica

  • Redacción
  • 2004-01-01 00:00:00

Los nuevos vinos de “maceración carbónica” ya están aquí. Y con ellos, la ocasión de catar y conocer las bondades de la nueva vendimia, el 2003, un año complicado pero excepcional -en el sentido literal de la palabra- que ha producido vinos muy cargados de color, frutosamente tánicos, algo subidos de alcohol y sabrosos hasta el paroxismo. En la mayoría de los casos, los que se han decidido a elaborar vinos de “maceración carbónica” han logrado mejor calidad que el año pasado, como se evidenció en “Primer”, la muestra anual que se celebra en Madrid, a mediados de Diciembre. La cata de los vinos allí presentados -con la presencia de dos excelentes blancos- arrojó un balance altamente positivo, destacando zonas de excelente calidad como la Rioja alavesa, a la que se unieron otras denominaciones de origen y zonas vitivinícolas menos habituadas a este tipo de elaboración. Resulta reconfortante catar vinos de variedades autóctonas hasta ahora ajenas a la maceración carbónica como la Prieto Picudo o la Garnacha tintorera, junto a las más habituales Tempranillo, Mencía, Garnacha, Monastrell, Listán Negro, Merlot o Syrah. El protagonismo, una vez más, corrió a cargo de las bodegas de la Rioja alavesa, cuna de los tintos de maceración carbónica y la zona de mayor producción de esta entrañable tipología, donde hace apenas un mes y medio que ha terminado la fermentación, y el aroma intensamente afrutado, a zarzamora y frambuesa, anuncia la presencia de los primeros tintos de este año cálido, abrasador. Son vinos pletóricos de color, que va del violáceo oscuro al rojo carmesí, pasando por el grana anaranjado, con la única nobleza posible en la juventud recién estrenada del primer tinto elaborado por el sistema tradicional de “cosechero” que aporta al vino una personalidad arrebatadora. Por eso no es de extrañar que los nuevos vinos del 2003 impongan su atractivo entre los jóvenes gracias a su aroma explosivo, casi violento, muy rico en notas frutales, a la armonía, a veces contrapunteada, de notas especiadas, los perfumes florales, al embrujo balsámico, y el telúrico fondo mineral. Un canto jovial a los taninos maduros, frutosos y perfumados. Aromas y gustos con la impronta del terruño como fe de bautismo, ya que cada vino de “maceración carbónica”, elaborado generalmente con uvas propias, lleva el sello de su origen particular y el fino cosquilleo de una fermentación apenas terminada.

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