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Cuando el vino cuesta lo que vale

  • Redacción
  • 2004-12-01 00:00:00

Una pregunta se repite obsesivamente cuando se habla de un vino caro: ¿de verdad es tan bueno como para costar tanto? Pregunta con miga, que contiene, como una tautología insufrible, la presunción de que el precio de cada vino se corresponde con su calidad. Esta creencia está más generalizada de lo que se cree, y evidencia la “impureza” de un mercado regido no sólo por leyes económicas sino por determinantes psicológicos y culturales –es la “behavioral economics”, estúpido-, como ha demostrado el Premio Nobel de Economía, Daniel Kanheman. Determinantes subjetivos que posibilitan el aumento desmedido del precio de los vinos. Hay bodegueros que pretenden elevar la calidad de su vino mediante el alza injustificada del precio. La cuestión no es baladí, porque estamos hablando de que comienzan a proliferar los vinos que se venden a más de 30 euros, pudiendo llegar en muchos casos a los 100. Al crítico, siempre que no viva encerrado en su castillo de papel, el precio debe importarle, aunque no hasta el extremo de distorsionar su juicio. Porque la calidad se mide por valores emocionales, en base a datos organolépticos. Ahora bien, dado que el vino juzgado está destinado al consumo -lo que no siempre es el caso- en la orientación que toda crítica debe contener hay que incluir el precio y su justificación. Hablemos claro, en la proliferación de tintos a precios de “gran cru” que se da hoy en nuestro país, hay una buena dosis de voluntarismo, por decirlo suavemente. Y al amante del vino que se asombra, cuando no escandaliza, ante un tinto español de una D.O. poco prestigiosa que vale casi el doble que un Vega Sicilia “Único”, hay que decirle que no existe calidad capaz de justificarlo. Es decir, y sin pretender dar lecciones a nadie de cómo administrar su estadillo de costos, no encuentro razones económicas serias -salvo contadas excepciones- para que una botella de excelente vino español cueste en el mercado más de 10 euros. Un precio, no nos engañemos, que en la mayoría de los casos deja buenos beneficios. Naturalmente, un cálculo así no es aplicable a un pequeño bodeguero que elabora con mimo y plena dedicación unos pocos miles de botellas, sobre todo si pretende vivir de ello. Pero incluso en estos casos, hay que extremar la prudencia. Venturosamente, el mercado español ha evolucionado tanto que ya hay muchísimos vinos que cuestan menos de esos 10 euros, y que ofrecen al consumidor una calidad más que notable; y, en muchos casos, sobresaliente. Además, la mayoría de ellos son vinos con D.O., que siempre es una garantía. Hemos hecho una amplia y cuidadosa selección, pero hay más, muchos más. Esperemos que cunda el ejemplo.

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