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Rosados a lo grande

  • Redacción
  • 2008-04-01 00:00:00

Algo está pasando en el mundo, tan encasillado y conservador, de los rosados, ese vino entrañable que muchos se empeñan tozudamente en mantener permanentemente en estado de infantilidad: juventud arrolladora cargada de aromas varietales primarios, paladar sabroso, un punto goloso, de frescura desenvuelta, para un consumo desenfadado y bien frío. Y digo que algo debe de estar pasando cuando una bodega como la navarra Chivite, que tiene en el rosado tradicional –aunque fueran de los primeros en renovarlo– uno de sus pilares enológicos, se atreve con un vino al estilo francés, con una larga crianza de cuatro años, que ha conocido la barrica para ganar complejidad y estructura suficientes como para diferenciarse tan radicalmente de sus congéneres que uno diría que no es vino nuestro sino de allende las fronteras. Fenómeno nada nuevo, aunque nunca se había dado con tanta radicalidad enológica. Ahí están los rosados pasados por madera, que ya no son curiosidad, sino una oferta que crece día a día. Ya apuntaban un cambio de tendencia, pero esta vez hacia una aproximación decidida al tinto, los rosados cargados de color, con vocación de claretes, que irrumpieron con fuerza hace unos años. No siempre fueron recibidos con entusiasmo, salvo por la crítica especializada. Hay que tener en cuenta lo tradicional y conservador de nuestra enología, amparada tantas veces en la inercia consumista. Eso de “un rosado que va bien con todo” ha sido una creencia muy arraigada y no exenta de su parte de verdad. Naturalmente, desde esa premisa no se puede hacer nada grande. Todo parece indicar que, finalmente, el amplio, pero hasta ahora monótono, mundo del rosado comienza a dotarse de una sana y oportuna diversidad de estilos. En nuestra cita anual con esta tipología, en la que nuestro país ocupa un puesto destacado, hemos recogido y seleccionado una muestra representativa de estos estilos. Desde el ligero, sonrosado, frutal y goloso, hasta el concentrado, de aromas intensos y suficiente cuerpo. Todo un mundo de frutas carnosas, frutillos silvestres, flores blancas o secas, hierbas húmedas y, ahora, maderas de un bosque encantado.

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