- Redacción
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- 2009-03-01 00:00:00
Llegamos a la cuenca del Júcar en nuestra serie “Ríos de Vino”, un viaje por la principales vías fluviales de nuestro país, las venas de nuestra viticultura. Este río tan verde se ocupa desde hace unos cuantos millones de años en hacerse un lecho precioso. Paisajes que se graban en la memoria junto al viñedo de suelos pedregosos. En el límite este de la provincia conquense, donde el pino mediterráneo inicia la mancha verde y aromática, las noches son frescas, y el viento viene cargado de humedad recogida en la cuenca del Júcar; allí, donde el secarral se ablanda y el guijarro forma una capa profunda que evita la evaporación y rebota la luz contra las uvas, se extiende la Denominación de Origen Ribera del Júcar, alumbrada bajo los auspicios de la nueva Ley del Vino, lo que hace que sea la primera DO española en la que sus vinos han sido juzgados y certificados por un organismo externo e independiente, en este caso el IVICAM. ¡Qué viaje este, por la Ribera del Júcar y sus pueblos ribereños! Se colocan unas veces bajo los estratos calizos y otras sobre ellos. Se albergan bajo las grandes viseras de piedra o se encaraman en ellas. Suelos rojizos y llanos, o levemente ondulados, guijarrosos, con un microclima de excepción, y su querencia tradicional y radical a las cepas tintas, el 60% de la uva es Bobal, el resto Cencibel acompañadas de las inevitables Cabernet, Merlot, o Syrah, -que aquí se comporta magníficamente- son los poderes que ofrece esta singular comarca. Pero el río y sus afluentes, luego, en su viaje hacia el mar, refrescará la Moscatel, señora del sol mediterráneo, y se le subirá el color en la personalísima Monastrell, de sensuales tintos. ¡Qué riqueza de terrenos en Ribera del Júcar! Profundos, arcillosos y calcáreos, de arenas y gravas, aunque la característica más destacable es el guijarro, que, menudo y liso, se distribuye abundantemente por los campos, la viña o por los caminos y las cunetas, y a veces llega a cubrir por completo la superficie del terruño. La benignidad del clima exime de heladas tardías a la zona. Eso explica la abundancia de almendros y otros árboles frutales entre los variados cultivos. Dentro de la cuenca hidrográfica del Júcar cabe diferenciar dos zonas: el interior, montañoso, con altitudes superiores a los 1.500 m., y las llanuras litorales o «planas». En las costas se forman acantilados con altura variable desde los cientos de metros de altura en Las Marinas. Tal riqueza de suelos y climas se refleja en la variedad de zonas vitivinícolas: Yecla, Alicante, Valencia… Una variedad que expresa, en este punto final, la riqueza vitivinícola española. «Una variedad que expresa, en este punto final, la riqueza vitivinícola española».