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El corazón del Mediterráneo

  • Redacción
  • 2009-09-01 00:00:00

La viña es el corazón del Mediterráneo. ¿Qué sería el Mare Nostrum sin vid, sin olivos o sin esa seductora luminosidad que parece alejar los malos pensamientos? Seguramente un lugar bien diferente, nada parecido al ambiente balear. En las islas Baleares la vid ha hallado su casa natural desde hace milenios. Todos los pueblos que han pasado por sus resplandecientes tierras han asumido la imperiosa necesidad de quedarse para siempre. Casi todos sintieron la viña como parte de su vida cotidiana, de sus necesidades esenciales. Pero llegan otros tiempos y otras invasiones mucho más pacíficas, aunque asimismo peligrosas. Y me refiero al desenfrenado arte o antojo de colocar una edificación sobre cualquier sitio que quede libre de cemento o asfalto. Atraídos por la suave temperatura, la facilidad con que uno se adapta a su vida hedonista y vital, todo un ejército bien pertrechado de europeos continentales desea vivir y disfrutar en estas agradables tierras. Aquí es donde la viña representa un gran dique para contener esa furia en todas y cada una de las islas Baleares. Hay muchos abnegados viticultores que defienden sus viñas de la avidez del constructor. Bodegueros que han agarrado el tren de la actualidad enológica, que buscan sorprender al aficionado o al consumidor con sus productos: únicos, nacidos de variedades autóctonas o foráneas bien adaptadas. Desde la Mallorca vinícola y variada de suelos y cepas a las pitiusas Ibiza y Formentera, todas pueden alardear de vinos modernos y con personalidad. En Mallorca las dos denominaciones de origen (Binissalem y Pla i Llevant) significaron el comienzo del vino actual, aunque ahora alguna de las bodegas más avanzadas se apunten al carro de los vinos de la tierra como otra opción. Menorca, con su original tierra pizarrosa, única en las islas, revindica la Malvasía, una variedad que en otros tiempos fue una de las divas del Mediterráneo. Lo mismo que la Ibiza agrícola se esfuerza por conservar esas esencias de pureza mediterránea que son las monastreles. En fin, las islas Baleares, además de un paraíso natural, son un modo de entender la vida. Y esa cultura milenaria se refleja en sus vinos.

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