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Si es una experiencia deliciosa escuchar la interpretación de una obra de piano en la que la vertiginosa velocidad de los dedos del pianista se alterna con la solemnidad de los pasajes lentos, imaginaos si un mismo piano es tocado por cuatro manos. El vértigo se convierte en escrupulosa precisión y la solemnidad, en empática compenetración. Lo mismo ocurre al disfrutar de un menú elaborado por las manos de un solo artista de la cocina. La vivencia puede elevar nuestros sentidos a lo más alto, pero si son dos los cocineros los que idean y ejecutan el menú, además de gozar con cada una de las elaboraciones podremos percibir la complicidad de la sociedad culinaria y el equilibrio entre dos formas de entender el producto. El último número del año de MiVino, coincidiendo con las fiestas navideñas plagadas de conciertos y más conciertos, comidas y más comidas, mi compañera Laura López Altares y un servidor hemos construido el reportaje central a cuatro manos. Ha sido todo un placer participar en su enriquecedora prosa para tratar uno de los temas que más está dando que hablar en territorio de generosos: sus vinos blancos. Esperamos que sea provechosa la lectura, al igual que todo el contenido que hemos preparado con tanto cariño: catas, interesantes proyectos, rincones para perderse, ideas para regalar, guiños al sector del vino internacional con los vinos australianos de Penfolds o el extraordinario conocimiento de la master of wine Sarah Jane Evans. Como cada año por estas fechas, todo el equipo de vuestra revista de vinos preferida os anima a que no desaprovechéis ni un momento para disfrutar de vuestros amigos y familias, a pesar del cuñado de turno que nunca falla. Sed felices y, por qué no, ¡brindad incluso por él!
