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Después de Alemania, Austria e Italia, también Francia sufrió a mediados de septiembre terribles tormentas. Las lluvias torrenciales inundaron grandes zonas del valle meridional del Ródano y del Languedoc, y estuvieron acompañadas por granizo y rachas de viento huracanado. Las zonas vinícolas más afectadas fueron las de Châteauneuf-du-Pape y Costières de Nîmes: allí, en una noche cayó la misma cantidad de agua que suele registrarse en todo un año. Se estima que se perdió el 40 por ciento de la vendimia. Poco después, en la región de Burdeos cayó granizo del tamaño de pelotas de ping-pong. El susto sólo duró media hora, pero para algunos productores del Médoc y Entre-deux-Mers supuso pérdidas de entre un 20 y un 80 por ciento.