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Cuestión de dosis

  • Redacción
  • 1996-11-01 00:00:00

A través de los siglos, el vino ha recibido diversas consideraciones: alimento, medicina o veneno. Y es cierto que lo podemos concebir de las tres formas; todo es cuestión de cantidad. Como alimento, por su aporte energético y valor nutricional ha constituido parte esencial de nuestra dieta mediterránea. Como medicamento basta decir que algunos fármacos contienen etanol como constituyente importante. Como veneno también puede actuar, no hay porqué negarlo. El vino contiene alcohol y, en grandes cantidades puede afectar al hígado, a los sistemas gastrointestinal y cardiovascular, al sistema nervioso central, a la médula ósea y a los órganos sexuales. Todo es cuestión de dosis. El vino posee, entre varios centenares de ingredientes, sustancias beneficiosas para el organismo, y otras que pueden ser nocivas, sin que se diferencie de otros alimentos.
Los médicos insisten en que la nocividad del vino es cuestión de cantidad. Para una persona sana, la ingesta de pequeñas dosis, preferentemente acompañando a las comidas, es un complemento adecuado a la buena cocina. El vino es agradable al paladar, contribuye a calmar la sed y a resaltar diferentes sabores de los manjares. Puede estimular el apetito, gracias a su contenido en ácidos orgánicos, aporta energía, y contiene una serie de elementos que reducen el estrés, en virtud de su efecto tranquilizante y deshinibidor.
La dosis admisible depende de varios factores: la susceptibilidad de cada individuo, su peso, sexo, edad...; el esfuerzo físico que realiza; la forma de consumirlo y, en definitiva, los hábitos de vida. En la actualidad, se considera que la dosis máxima permisible al día, de alcohol etílico, es de un mililitro de alcohol por kg. de peso. Esto representa, para un adulto de 75 kg., medio litro de vino de 12°. Además, se aconseja dividir esta cantidad entre las comidas principales y, por supuesto, solo pueden consumirlo las personas sanas.

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