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De matrimonios y otras utopías

  • Redacción
  • 1997-04-01 00:00:00

Hace algunos años me advirtió un buen amigo mío de que últimamente el invento ese del matrimonio funcionaba fatal, y ahora, después de dos divorcios sangrantes, he de darle la razón, en lo sentimental y en lo culinario. Y es que las cosas ya no son como eran.
En vida del Caudillo las mujeres eran para toda la vida, aunque ello implicase un infierno perpetuo, pero estaba fijado por pacto de sal. Del mismo modo el pescado se tenía que acompañar con vino blanco, la carne con tinto, y los días de fiesta, después del café, se servía el champán (por aquel entonces no había cavas ni champagnes). Luego, un puñado de bicarbonato al coleto, un disimulado regüeldo, y todos tan contentos.
Pero Ahora ya nada de eso sirve porque resulta que una cuadrilla de desaprensivos llamados gastrónomos decimos o afirmamos que un pescado se puede tomar perfectamente con un tinto joven y fresquito, que una carne blanca se puede acompañar con un blanco reserva, y que el cava debe tomarse de aperitivo o a lo largo de toda la comida. Y claro, entre que las mujeres ya no tienen que ponerse velo el domingo para ir a misa, y que cada crítico lanza estas ideas al aire, pues ya no hay matrimonio que resista, ni mesa española que se pueda preciar de tal.
Y si no, vean mi caso, por hacer estas extravagancias de tomar el hígado de pato con Albariño, el besugo con Tempranillo del año de Somontano y el postre con Moscatel de Valencia, pues ya me he cargado dos matrimonios.
Pero afortunadamente parece que los nuevos vientos políticos apuntan a devolver las aguas a su cauce, y así los sindicatos volverán a obedecer las órdenes del gobierno y hacer piruetas en el Bernabeu el 1º de Mayo, las mujeres volverán a ser respetables señoras sometidas, las mesas retomarán las copas verdes, los mondadientes y el bicarbonato de sosa que tanto elogió nuestro genial escritor Julio Camba. Todo es cuestión de modas.

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