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Junto al Mar, el río, el viñedo

  • Redacción
  • 1999-05-01 00:00:00

Esta es esa Galicia pontevedresa, fluvial y marinera, que hace bodas de aguas dulces y saladas en sus Rías Bajas, y que, tierra adentro, es verde, a tramos boscosa y a retales vinatera. Dos ríos la definen: al norte, el Ulla; el gran Miño, al Sur. Flanquean viñedos la margen derecha del Miño, albariños frutales de tierra fresca, y el condado de Salvatierra, con el castillo de aquel azote medieval que se llamó Pedro Madruga. Por San Lorenzo, en Salvatierra se catan los blancos y tintos del Condado, con adobo de gaitas y bailoteos.
Y luego, ya metidos en agua, están las islas: Ons y Onceta en la ría de Pontevedra; Sálvora en Arosa, donde Cunqueiro imaginaba vuelos de faisanes, las Cíes frente a Vigo.
De este rincón sur de Galicia, puestos a curiosear y orear el ánimo, y viajando de abajo arriba, hay que detenerse sin falta en Tui, ciudad catedralicia pero de catedral almenada, clerical y militar, vigilante fronteriza. Y luego en Baiona, que es más bien sólo fortaleza y lejanos recuerdos de piraterías vikingas, berberiscas y demás. Hermoso lugar para esparcimiento es Baiona. Vigo, ciudad pujante, capitanea los cultivos marinos de su ría y ofrece a placer mesa y mantel. Pontevedra, de “ponte”: puente viejo. Tierra de ríos y rías, tierra de puentes. Esteros y mariscadores. Pontevedra, tan secular, tan viejecita, con trolebuses circulando entre bellezas románicas.
O Grove, mariscador, junto a la balnearia isla de la Toja, rememorante de una sociedad de charlestón, se avecina con Villagarcía y Cambados. En Cambados, dejando a un lado el marisco y el albariño, el viajero puede admirar un palacio que es un prodigioso resumen de lo que fue la Galicia feudal de los tiempos no del todo idos. Se llama el pazo de Fefiñanes. Y aquí puede que venga a la imaginación del viajero el contraste con un pueblecito inolvidable por el que acaba de pasar y que se llama Combarro, con los hórreos y los cruceiros al borde del mar, junto a las barcas, los gallineros y las nasas, todo muy en plan simbiótico de lo agrícola, lo pétreo y lo marinero.
Para conocer tales parajes nada mejor que los paradores de Baiona, Cambados, Pontevedra y Tui, pazos y palacios integrados en un viaje de ensueño.

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