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Vino, agua y harina (o sea, La Mancha)

  • Redacción
  • 1999-06-01 00:00:00

A todos los efectos, lo que hoy es la Comunidad autónoma de Castilla-La Mancha agrupa cinco provincias. De ellas, la más literaria y propiamente manchega es Ciudad Real. Ciudad Real, con sus llanuras, sus trigales, sus molinos y sus viñedos, es el paradigma de lo manchego, lo cervantino y lo quijotesco.
No se sabe muy bien si, a pesar de las apariencias, tiene esta Mancha más agua que vino, o si en algunas tabernas tiene lo de uno y lo de otro. Sí se sabe de las lagunas de Ruidera -donde tiene incierto nacimiento el caprichoso Guadiana, que juega al escondite como un niño- y de las tablas de Daimiel, anidadero de aves que casi se desecó en años recientes y parece volver poco a poco a la vida.
Lugares para degustar, y no sólo en sentido figurado. Valdepeñas, en lo del vino, es la que lleva la fama, pero hay algunas otras vecinas que cardan la lana. Parando, tan gratamente, en el parador de Manzanares, se puede el viajero organizar una ruta vinícola que no se deje a un lado, por ejemplo, a Tomelloso, de la que ha dicho un cronista local que sale a tinaja por habitante: 30.000. Esta bodeguería familiar y subterránea se encuentra lo mismo en Socuéllamos. Pero, volviendo a Valdepeñas, otro escritor dijo que allí el vino da de comer a tanta gente como la que da de beber fuera de allí. Agua, vino y pan. Los viejos molinos, inactivos, salpican los paisajes manchegos y mantienen el tópico. Aunque por estas tierras “de pan llevar†también se llevan rústicas suculencias que no hay que dejar a un lado, como las gachas, el pisto, el conejo al tojunto, y, claro está, el queso manchego.
Pueblos, villas y ciudades manchegas que vale la pena ojear. Almagro de los encajes, de la plaza mayor flamenca, tan singular en plena Mancha, del Corral de Comedias del bonito Parador. Argamasilla, que presume de ser aquel lugar del que Cervantes prefería no acordarse; Puerto Lápice y su venta añeja; Montiel, donde aquel lance fraticida; Malagón, primera fundación de la mística Teresa, Campo de Criptana, el Toboso...
Pasando a La Mancha albaceteña, y parando en Parador, puede emprenderse camino por esta otra tierra manchega donde cabe asistir al nacimiento espectacular de un pequeño río que se llama nada menos que Mundo.

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