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Asturias, manto verde y negro

  • Redacción
  • 2000-01-01 00:00:00

Hay zonas de Asturias que son como un relicario ecológico. Parques nacionales donde aún medra el corzo, el venado, el jabalí; donde canta en primavera el escaso urogallo y busca pareja, con muchas dificultades, el oso pardo. Son los bosques asturianos. Pero en Asturias están también las verticalidades rocosas, la caliza que emerge, seria y brutal. Los Picos de Europa le dan a la cándida Asturias un toque de carácter. Modestos entre toda esta grandiosidad telúrica, los pueblos parecen acurrucarse entre las moles: Panes, Bulnes, Sotres... o Cabrales el del famoso queso de aroma incitante. Como un gran monolito, el Naranco de Bulnes se yergue entre los picos. Peña Santa es otro fetiche asturiano, donde se ubican los hermosos lagos Enol y de la Ercina, y donde está la cueva por excelencia: Covadonga.
Cangas de Onís fue la primera corte de los pujantes godos que iniciaban la lucha contra los árabes. El puente de Cangas es medieval, tres o cuatro siglos posterior a la corte de Favila y sus sucesores.
Salpicando el territorio asturiano, las iglesias visigodas son pequeñas reliquias arquitectónicas. De entre ellas destaca la de San Salvador de Valdediós. Esta miniatura de iglesia, tan proporcionada y tan bella, fue inaugurada por siete obispos el 16 de octubre del 893, siglos antes de que los maestros románicos levantaran a su vera un monasterio.
Y Oviedo, capital de la incipiente España hace mil años, capital hoy del Principado de Asturias. Vetusta ciudad, con su catedral, un poema gótico que preside el urbanismo conservador y familiar de la calle Uría, la plaza Mayor, Cimadevilla, y los doce monumentos nacionales que, entre unas cosas y otras, tiene Oviedo.
Manto verde manchado de carbón, de hierro: menas de plomo, cobre, cobalto, antimonio... Si se dice minería hay que decir Mieres, que antes fue Mieres del Camino, porque estuvo en el de Santiago. Sama de Langreo, la Felguera... son emporios industriales, minerales, siderúrgicos, humeantes. Y sobre todo, Avilés.
La otra cara de Asturias es la campesina. Vacas y hórreos son tópicos inevitables del paisaje. Así, en Noreña, con su buena industria chacinera; Pola de Siero y Nava, famosa por sus pomares, lagares, sidra y su palacio de la Cogolla; Cangas de Narcea, con los únicos viñedos de Asturias y, en su concejo, el mayor bosque de robles de Europa: el de Muniellos.
Y luego está la costa asturiana, pesca, yodo, sal, y playas que con las mareas crecen y menguan, como en Ribadesella, Lastres, Tazones, con muy buenos restaurantes marisqueros, Llanes, Candás, Cudillero, Luarca, Tapia de Casariego. Pero, sobre todo, Gijón, gran ciudad, limpia, portuaria y residencial. Tiene playa importante, puerto e industria, y también sus barrios viejos y peculiares, y su vida moderna y actualizada.

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