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Tiempo de calma y placer

  • Redacción
  • 2002-11-01 00:00:00

Para ese ratito de concentración, de relajación... para disolver y apaciguar la adrenalina, nada mejor que la compañía de amigos silenciosos, capaces de acompañar, sin impaciencia; el café, la copa y el puro.
Encender un cigarro es el primer paso. Requiere un alto en el camino, desarrolla cierta paciencia y responde con una gratificación inmediata. El Epicur nº 1 de Hoyo de Monterrey, sin anilla, desnudo, con el mismo color y las leves cicatrices que el sol y el verano dejan en la piel, tiene un aspecto un tanto rústico, como esa ropa casera, aunque la primera bocanada es tan liviana y confortable como ella. Sería un buen cigarro de iniciación para neófitos, suave, delicado.
Luego, con o sin hielo, el whisky, en este caso un Whyte and Mackay de doble maduración. Ofrece un aroma que transporta hasta las añosas barricas jerezanas; brilla así, por adelantado, su final goloso, su paladar de miel que envuelve amorosa y rotundamente el delicado fondo de turba.
Finalmente el café, y la taza caliente. Ha invadido la casa con su invitación aromática, con una tentación que no admite demora. Viene de Brasil, y entre ese variopinto continente cafetero convenía elegir hoy un perfume intenso y un paladar sin aristas: en definitiva, un Sul de Minas. Solo éste, en la vasta región, está libre del toque picante y fuerte que se ha bautizado con el nombre de su vecino, el inconfundible gusto “de Río”.
Se comporta así como un compañero afable, capaz de escuchar a sus dos contertulios sin interrumpir, sin imponer su voz, aunque no puede evitar que el recuerdo largo de su sabor permanezca en el paladar y en la memoria entre el trago y el humo. Más tarde, en el último tercio, el cigarro, crecido le dará la réplica. Y entre los tres, paz y gloria.

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