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Redescubrir viejos viñedos

  • Redacción
  • 2004-12-01 00:00:00

El viñedo más antiguo del mundo está ¡en Hungría! Al menos, esto es lo que aseguran los monjes benedictinos de la abadía de Pannonhalma en Györ, en el oeste de Hungría. Y lo cierto es que supera en edad a Château de Meursault en la Borgoña (fundado en el siglo XI), a Barone Ricasoli (1141), a Chorherrenstift Klosterneuburg (1114), a los castillos alemanes de Vollrad, Johannisberg y Wallhausen, y a la bodega Staatlicher Hofkeller (todas del siglo XII): Nada menos que en el año 996, los monjes de esta orden se instalaron en la Montaña de San Martín y recuperaron los antiguos viñedos de tiempos de los romanos. Más de mil años después, sus sucesores siguen siendo vinicultores. O mejor dicho, vuelven a serlo. Hubo dos periodos de interrupción: entre 1550 y 1638, cuando los turcos dominaron la región y prohibieron los viñedos, y después de la Segunda Guerra Mundial. Pero hace algunos años los monjes, con la colaboración del Banco de Comercio Exterior húngaro, reiniciaron esta empresa. Plantaron 50 has. con Riesling, Sauvignon blanc, Gewürztraminer, Welschriesling, Chardonnay, Borgoña blanca, Pinot noir, Merlot y Cabernet franc. La nueva bodega, de moderna construcción, se integra estéticamente en el paisaje a la perfección y está bien planificada. Así, por ejemplo, las uvas se trasladan con gran cuidado, movidas por la fuerza de la gravedad. Ya hay numerosas barricas preparadas en la bodega. Cuando llegue a funcionar al máximo, se espera que esta bodega produzca anualmente 300.000 botellas. El contenido de los primeros embotellados ya es muy bueno. Y no es extraño, conociendo a sus creadores: el planificador y director de la bodega es Tibor Gál, antiguo enólogo de la finca superior italiana Ornellaia que, además, tiene su propio viñedo en Eger y es responsable de los vinos de la nueva Casa Capaia en Sudáfrica. In situ actúa el joven Zsolt Liptai, que estudió vinicultura en Hungría y prosiguió su formación en Napa Valley, Cakebread, California. Este dúo presenta Traminer, Chardonnay y una cuvée de Welschriesling, Rheinriesling y Traminer de la añada de 2003, todos merecedores de aplauso, también por sus precios discretamente calculados. De modo que esta abadía, situada a tan sólo dos horas de coche desde Viena, bien merece una visita. La Abadía de Pannonhalma: la vinicultura hace 200 años (arriba) y la nueva bodega (izquierda)

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