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La cerveza. Espuma de la vida (II)

  • Redacción
  • 2008-07-01 00:00:00

Nos habíamos quedado en los inicios de la elaboración de cerveza en plan industrial en el siglo XIV. A partir de este momento, las referencias a esta bebida serán constantes. En España ya las encontramos en la Copia del Recuerdo que Sancho Dávila dió á los del Consejo de Estado, carta a Felipe II en la que pide «carne, manteca, queso, leña, turba, cerveza y todo género de grano con que han sustentado y sustentan hasta gora la gente», pero ya su padre, Carlos I, comenzó a elaborarla junto a un maestro cervecero en el monasterio de Yuste, donde se retiró tras abdicar. Sevilla, capital del vino y del comercio internacional, cuenta ya con una cervecería en 1542. A partir de estos hechos aislados, su crecimiento es lento y sostenido, hasta su empujón definitivo a principios del siglo XX, cuando surgen las principales casas cerveceras. Mahou, que nació en 1890, Águila (1900), Cruzcampo (1904) y Damm (1910) contribuyeron a hacerla una de las bebidas más populares en España. El bebedor español, cada vez más selectivo en marcas y estilos, consume una media de 64,75 litros al año, con un reseñable aumento de la cerveza sin alcohol, que ya supone el 10% del consumo nacional. Pero quizás aún pesen estas palabras de Galdós: «Izquierdo entró con una botella de cerveza y detrás el mozo del café de Gallo con un grande de limón, ponchera y copas. “La señora -dijo él queriendo ser amable- va a tomar un vasito de cerveza con limón”. “¡Quite usted allá! -replicó la dama-. Yo no bebo esas porquerías. Se lo agradezco”». Junto a una cerveza muy barata como la small beer inglesa de fermentación casera que acompañaba a la cold meal y al oat cake cotidianos, los Países Bajos conocen ya en el siglo XV una cerveza de lujo, importada de Leipzig para los ricos. A finales del siglo XVII, el embajador francés en Londres envía regularmente al marqués de Seignelay ale inglesa, de la llamada Lambet ale, y no de «la fuerte, cuyo sabor no gusta nada en Francia, pues emborracha como el vino y cuesta igual de cara». En la misma época, de Brunschwig y de Bremen se exporta una cerveza de excelente calidad a las Indias orientales. En Alemania, Bohemia y Polonia, un fuerte auge de la cervecería urbana, frecuentemente de proporciones industriales, relega a la cerveza ligera, a menudo sin lúpulo. Por no hablar de Bélgica, donde está presente en su vida cotidiana y en su cultura, como prueban estos versos de E. Berrearen: «En cada taberna en verano; en invierno, en cada casa,/ allí donde la comarca/ se sienta a la mesa, día a día, y bebe,/ el burgomaestre es príncipe,/ pero el cervecero es el rey.»

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