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Extrañas barricas

  • Redacción
  • 2004-12-01 00:00:00

Solo dos barricas fueron las elegidas. Su calidad, fuera de toda duda; el origen, francés, de los bosques más afamados; su precio, por las nubes. Para Pepe y Pepi Fernández, los excelentes viticultores y bodegueros de Bullas, mezclar con el resto de sus vinos el producto que contenían esos recipientes les provocaba vértigo. Cada vez que se acercaban a ellos, miraban, cataban una y otra vez, les parecía que el vino que contenían era completamente distinto al resto. Cien hectáreas de viña donde elegir la materia prima, diversas variedades para ensamblar, entre ellas la divina Monastrell que en aquellas tierras se expresa como ninguna, más de ciento treinta barricas en la bodega… Pues bien, solo emplearon los mostos necesarios para ocupar aquellas dos barricas. Una de ellas fue llenada con vino de una Merlot singular, rara, poco corriente en aquella comarca, pue la estrella bordelesa no suele dar lo mejor de sí en la tórrida Murcia. Claro, si no está plantada en un paraje fresco donde ella se sienta a gusto y recuerde su origen atlántico, húmedo y brumoso, como es el caso. En la otra barrica convivieron dos variedades: una Cabernet poderosa, estructurada ,y una Syrah voluptuosa, de aromas que recordaban la mermelada de frutillos de bosque. Tiempo tuvieron Pepe y Pepi para arrepentirse de su empecinada diferenciación. Nada menos que 36 meses pasaron los vinos en la penumbra de aquel rincón. Esos tintos aislados, tan privilegiados, o tan cautivos y vigilados, según se mire, solo salían de su encierro cuando se les proporcionaba su correspondiente trasiega. El vino siguió su curso hasta que no le fue posible aguantar más en su refugio. Y como los que tenían que decidir seguían con la tremenda duda, pues lo embotellaron solo, sin siquiera un leve filtrado. Ahora, pasado el tiempo, es muy posible que surjan en las escasas botellas que deben quedar “vivas” todavía , algunos posos, testigos de una enología consecuente y sin complejos. Su intenso color aún luce tonos violáceos, su buqué refleja la fruta madura, los recuerdos de mermeladas, maderas finas o especias. Desarrolla buena estructura y un tanino bien maduro. Un vino que muy poco se parece a los de la comarca murciana. Claro que 500 botellas dan para pocas catas y comparaciones. Casa de la Cruz 1999 Bodegas Balcona. Paraje Aceniche. 30180 Bullas (Murcia) Tel. 968 65 28 91. bodegabalcona@larural.es Precio aproximado: 24 E.

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