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Burdeos maduros para todos

  • Redacción
  • 2005-12-01 00:00:00

A muchos de los grandes Burdeos hay que esperarlos eternamente. Pero también es posible operar de otra manera: en lugar de cometer infanticidio y sacrificar los grandes vinos que aún duermen en la bodega, cíñanse a las muchas añadas y vinos que se pueden beber con deleite más jóvenes. Si desean adquirir algunos vinos de Burdeos todavía bastante accesibles, agradables de beber desde hoy y durante los próximos años, y que no cuesten una fortuna, aquí encontrarán una pequeña selección de vinos. Los decantadores mencionados los encontrarán en las páginas 56 y 57. Château Carbonnieux 2001 Pessac-Léognan blanco Los vinos de Burdeos blancos, al igual que los tintos, con frecuencia son más sabrosos tras algunos años de maduración en bodega, pero a diferencia de los tintos, también se pueden beber en su primera juventud. Este vino es una excepción, pues a la edad de cuatro años no ha perdido nada de su frutalidad y frescor. Las notas de frutas exóticas dominan en la nariz, que a pesar de ello no resulta pesada sino al contrario, delicada; la maduración plena y el frescor seco se equilibran. Ideal para acompañar pescados a la parrilla. Airear brevemente en el decantador número 2. Château Camensac 2000 Haut-Médoc Esta inmensa finca de Saint-Laurent produce vinos con una inmejorable relación precio-disfrute. ¡Camensac es el vino para principiantes por antonomasia! La añada de 2000 brilla en un intenso rojo cereza; tiene nervio, jugo, plenitud. Naturalmente que los esnobs del Burdeos le negarán la profundidad, y los taninos no son los más finos, pero las notas de zarzamora y el temperamento alegre compensan muchas cosas. Mejora considerablemente en un decantador panzudo (decantador número 1). Aireado durante aproximadamente una hora y cuidando de no servirlo demasiado caliente (como siempre, a 16 grados), combina muy bien con el entrecot o la pechuga de pato. Cantenac Brown 1999 Margaux Su exuberante frutalidad se hace notar directamente tras abrir la botella, pero el tanino entonces aún resulta algo duro. Una buena aireación en el decantador número 1, aunque palia la dureza de los taninos, lo hace un poco a costa de la frutalidad: el buqué se vuelve algo excesivamente pesado. Por ello, abrimos una segunda botella para comparar, la vertimos brevemente en el decantador número 2 y servimos para acompañar un buen bistec a la plancha «vuelta y vuelta», con un poco de salsa de vino tinto para compensar un tanto la dureza del vino. Château Doisy- Védrines 96 Sauternes/Barsac Los vinos del 96 tienen mucha botritis, pero no llegan al dulzor y la plenitud extremos de la añada siguiente, por ejemplo. Gracias a su estilo, complejo a la vez que equilibrado, hoy son más golosos que los ya muy avanzados del 95, que será mejor beber cuando estén terminados. Doisy-Védrines es uno de los mejores vinos del año, magníficamente complejo y floral con notas de menta y caléndula, con densidad y un abocado que no es dominante ni molesto, buena longitud, agradable nota amarga en el final. Combina tanto con aperitivos como con pescado y aves, o bien con queso. Para servirlo recomendamos el decantador número 3. Château Desmirail 99 Margaux Los Margaux del 99 están especialmente conseguidos y poseen tipicidad, son recomendables porque el estilo de esta añada armoniza bien con el estilo de la denominación, porque la calidad es especialmente homogénea en Margaux y porque los vinos, con su fresco modo de ser, maridan perfectamente con la cocina moderna ligera. Aunque aún serán más gozosos dentro de uno o dos años, tras 30 minutos de aireación en el decantador número 1, el Château Desmirail es un placer absoluto, frutal y seductor, de finos taninos, muy pulidos, sólo resulta algo amargo en el último tercio, por eso marida mejor con guisos de ave que con carne a la parrilla: la manera moderna de un Margaux clásico. Château Bonalgue 1998 Pomerol Parece como si este vino acabara de salir de la pubertad, pues se muestra enormemente frutal apenas abierta la botella. Y eso que esperábamos lo contrario, a la vista de la densa capa rojo cereza. Porque nos gustan las notas de confitura de frutillos del bosque, aireamos muy brevemente en el decantador númmero 3. La prueba con el decantador 2 potenció las notas de madera ahumada, que no parecían haber finalizado su reducción, y regaliz. En boca, por el contrario, sencillamente perfecto de una y otra manera, jugoso y fresco a la vez, goloso y vivaz, dulce y anguloso, pero sin dureza: un auténtico placer. Château La Serre 1998 Saint-Emilion La Serre es uno de los raros vinos de Burdeos que literalmente es un placer en todas las fases de su maduración. Los del 95 y 96 hoy son deliciosos, pero no podrán envejecer mucho más. Por eso nos hemos ceñido al del 98, que ya es excelente tras una intensa aireación en el decantador número 1. Consideramos imprescindible airearlo, pues aunque el vino no resulta demasiado reductivo tras abrir la botella, sí se presenta todavía muy marcado por la madera, con acentos de goma y humo. No muestra toda su complejidad hasta pasados al menos 45 minutos en el decantador. Château La Lagune 1996 Haut-Médoc Al igual que el La Serre, también el La Lagune es un vino agradable de beber en todas sus fases. El color es rubí madurando en el ribete, es decir, el color clásico del Burdeos maduro. También en él hay un deje de reducción al principio; tras 20 minutos aireándose en el decantador número 2, ya sólo es tremendamente seductor con acentos florales y frutales y tendencia mineral, armónico y hermoso en todo su ser; sensación de absoluta elegancia y refinamiento también en el paladar, los taninos son perceptibles y recuerdan a la pimienta y aún así están finísimamente estructurados, la longitud es impresionante, pero sin pesadez, más bien ligero como un Champagne: genial. Clos du Clocher 1995 Pomerol Este Clos muestra en un principio los típicos aromas ligeramente reductivos del Merlot encerrado diez años en la botella, potenciados adicionalmente por el tipo de añada. Tras una breve aireación en el decantador número 2, dominan los aromas de frutillos cocidos y algo de sotobosque, el conjunto resulta puro, seductor, con una cierta profundidad. Los vinos de esta cosecha no destacan por una aromática especialmente compleja. Por eso dominan las notas frutales. En el final, notas de membrillo, lo que indica que este vino se encuentra en su momento óptimo. Soberbio, acompañado de platos fuertes de carne y aves de caza, e incluso puede con las salsas. Los taninos son suaves y también frescos. Château Lagrange 1997 Saint-Julien Para nosotros, este vino «en primeur» fue la sensación de la añada, cosa que hoy se confirma. Si queremos comparar, quizá no posea todo el vigor de Batailley (más a la derecha), en la nariz dominan primero los acentos herbáceos, testigos de los problemas de maduración de ese año; después aparecen notas francamente frutales, grosella negra y zarzamora, un deje de vainilla; increíblemente sabroso y lleno en la boca, casi sorprendente tras la aromática más bien reservada, muestra fuerza y plenitud, opulencia y riqueza, y un final fogoso pero no alcohólico, sino perfectamente transportado por los taninos crujientes de grano fino; al final quedan frescas notas de grosella. Château Batailley 1996 Pauillac Color aún juvenil, muy denso, como de guinda negra, apenas madurando en el ribete; sin notas reductivas, pero muy cerrado; tras airearlo en el decantador número 1, un deje de grosella negra con acentos minerales, se abre despacio, grosella negra y piedra caliente, quizá con algún acento de zarzamora. Tan cerrado como es en nariz, tan explosivo es luego en la boca: dominan los aromas de frutillos, los taninos resultan maduros y redondos, sólo en el final un matiz de roble y una nota áspera, que indica que el vino aún podrá madurar mucho tiempo. Lo cual no impide que ya hoy sea un placer beberlo: es muy Pauillac con esa mezcla especial de plenitud y fuerza. Para acompañar aves de caza. Château Batailley 1996 Pauillac Color aún juvenil, muy denso, como de guinda negra, apenas madurando en el ribete; sin notas reductivas, pero muy cerrado; tras airearlo en el decantador número 1, un deje de grosella negra con acentos minerales, se abre despacio, grosella negra y piedra caliente, quizá con algún acento de zarzamora. Tan cerrado como es en nariz, tan explosivo es luego en la boca: dominan los aromas de frutillos, los taninos resultan maduros y redondos, sólo en el final un matiz de roble y una nota áspera, que indica que el vino aún podrá madurar mucho tiempo. Lo cual no impide que ya hoy sea un placer beberlo: es muy Pauillac con esa mezcla especial de plenitud y fuerza. Para acompañar aves de caza. Château Langoa Barton 1995 Saint-Julien El color se ha mantenido juvenil, rojo cereza con núcleo denso, ligerísimas notas de maduración en el borde. Apenas abierta la botella, toda la frutalidad asalta la nariz, frambuesa y cereza con un matiz apenas perceptible de membrillo. Por eso lo vertimos en el decantador número 3 y lo servimos de inmediato. Realmente es enormemente gozoso, también en el paladar se percibe toda la frutalidad. Luego, en el final, taninos de grano algo grueso, lo que podría potenciarse con la maduración. Mejor disfrutarlo en los próximos meses y hasta dentro de un año o dos. Especialmente bueno en la mesa, un verdadero placer beber este Burdeos, un comodín muy fácil de combinar.

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