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Nómada, agricultor y monje

  • Redacción
  • 2008-04-01 00:00:00

Nómada, agricultor y monje Hasta en cien ocasiones al año se atreve Peter Sisseck a adentrarse en la jungla de las terminales del aeropuerto de Barajas. Esta vez acaba de llegar de Dinamarca. Ha estado de viaje con su hija Alexandra, considerada en aquel país una joven promesa del salto hípico. Por eso, Peter Sisseck ha comprado un remolque para caballos con box habitable. “Me gusta la sensación de estar siempre en la carretera. Sobre todo, desde que mi hija escucha menos música de Justin Timberlake y más de Bob Marley”, dice el hombre que hace el vino más famoso de la península Ibérica. Su aspecto no es especialmente llamativo: viste de un modo informal que, no obstante, al igual que su reloj de piloto IWC, revela un interés discreto por la moda. Un tejado danés para Pingus El primer boceto para la bodega de Pingus lo realizó el célebre arquitecto suizo Peter Zumthor. “Pero el proyecto resultó ser tan caro que tuve que accionar el freno de emergencia”, asegura Sisseck. En esa misma época había encontrado una antigua bodega en Quintanilla de Onésimo, una de esas localidades típicas de la Ribera del Duero donde en invierno el viento gélido barre la calle principal sin encontrar obstáculos. Él mismo planificó la restauración. Cemento visto, cristal y viejos muros conforman una sutil armonía. Las vigas de roble para la estructura del tejado de la bodega de fermentación llegaron de Dinamarca. También los operarios que las “engarzaron” sin tornillos. “Para mí, un tejado así es un verdadero lujo”, afirma Sisseck. Su tío como mentor Peter Sisseck se crió en Dinamarca, en un ambiente de seguridad familiar. Quien lo marcó fue su tío. Peter Vinding-Diers, que hoy tiene 65 años, a finales de los años sesenta se trasladó a Sudáfrica, donde se convirtió en bodeguero jefe de la casa Rustenberg. Después se mudó a Burdeos. Tenía una visión: revolucionar los vinos blancos de Graves. Esto fue lo que hizo en Château Rahoul y, más tarde, en Château Landiras. Actualmente vive en Sicilia, en medio de un naranjal. Desde los 14 años, Peter Sisseck pasó mucho tiempo en Burdeos con su tío, que le puso el mote de “Pingus”. En 1990, su mentor le proporcionó un empleo en la Hacienda de Monasterio en la Ribera del Duero. Y allí sigue. En 1995 Sisseck, animado por sus compañeros de Burdeos Jean-Luc Thunevin (Valandraud) y Alain Vauthier (Ausone), creó un tempranillo único hasta entonces en todo el mundo: Pingus Corridas de toros y diseño danés El 83 por ciento de los daneses son protestantes, mientras que el 92 por ciento de los españoles son católicos. En su casita, situada en medio de las cepas de la Hacienda de Monasterio, donde vive como un monje (cuando no está viajando por el mundo), Sisseck lee los libros del teólogo católico Hans Urs von Balthasar (1905-1988) y del pensador protestante Karl Barth (1886-1968). Le parece interesante la visión que tiene cada uno de ellos de la otra Iglesia. Este contraste determina su vida. En Dinamarca experimenta la austeridad protestante, que se expresa en el minimalista diseño de aquel país. España encarna la teatralidad católica, como por ejemplo en las procesiones de Semana Santa o en las corridas de toros. Estos contrastes resultaron ser demasiado grandes para su matrimonio. Britt Sisseck regresó con sus dos hijas a Copenhague, donde dirige un taller de costura que cuenta entre sus clientes con personajes de la talla de la princesa María de Dinamarca. Hacerse pequeño agricultor Tras la bodega Pingus, el segundo sueño de Peter Sisseck está a punto de hacerse realidad: una granja agrícola “artesanal”. “Creo en el concepto del pequeño agricultor, pero no de un modo nostálgico, sino orientado hacia el futuro”, afirma. El boceto de la granja es del arquitecto danés Henning Larsen, el constructor de la ópera de Copenhague. Con los años, la mirada de Peter Sisseck se vuelve hacia la naturaleza. Más que en el vino o en el arte, encuentra la perfección en los paseos por el bosque. “Los bosques son puntos de referencia absolutos para la belleza, la multiplicidad y el equilibrio”. ¿Dónde estará Peter Sisseck dentro de veinte años? Quizá en una choza de madera en el corazón de Tanzania. Hace poco realizó una expedición hasta allí con una amiga. Siguieron a pie a una manada de búfalos. “A nuestro alrededor se extendían dos millones de hectáreas de naturaleza virgen y la ausencia total de cualquier tipo de civilización. Era la felicidad en estado puro.” Vinifica el Tempranillo más exclusivo del mundo, viaja con su hija a concursos de salto hípico y lee escritos teológicos en su casita situada en plena Ribera del Duero. Ahora, a sus 45 años, Peter Sisseck ha decidido convertirse en pequeño agricultor. “Me gusta la sensación de estar siempre en la carretera. Sobre todo, desde que mi hija escucha menos música de Justin Timberlake y más de Bob Marley”

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