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Mayte Santa Cecilia. Vocación por el vino

  • Redacción
  • 2003-04-01 00:00:00

Es la responsable, junto con su hermano Pedro, de Bodega Santa Cecilia, una de las vinotecas más afamadas de Madrid, pionera en nuevas formas de comercialización y promoción del vino y su cultura. Su filosofía: respetar el pasado y evolucionar acorde con los tiempos. Chamberí es uno de los barrios madrileños con más solera, donde los comercios de toda la vida coexisten con tiendas de nuevo cuño. Una de sus calles, Blasco de Garay, es un ejemplo claro de los cambios que ha experimentado este barrio desde principios del siglo XX. Es allí, en el número 74, donde se ubica uno de los negocios familiares que mejor reflejan el paso del tiempo y que ha sabido evolucionar con él: Bodega Santa Cecilia. En un principio, allá por los años 30, era un establecimiento típico madrileño dedicado a la venta de vinos, puesto en pie por el padre del actual presidente de la bodega, Pedro Santa Cecilia. Fue éste quien, en los años 60, cambió radicalmente las directrices del negocio y lo convirtió en una de las tiendas especializadas en vinos y licores más modernas de esa época, con una visión empresarial inusualmente eficaz. Decir Santa Cecilia es hablar de toda una institución que conjuga a la perfección dos sistemas efectivos de venta, al por mayor y personalizada, junto a una relación calidad/precio muy difícil de superar. Pero el negocio sigue, y con él la saga Santa Cecilia. Aunque Pedro continúa muy involucrado en el devenir de su empresa, son sus hijos, Mayte y Pedro, quienes desde hace años han tomado el relevo. Y es con Mayte con quien compartimos conversación, en su calidad de directora de compras de una vinoteca que ya tiene historia. Su padre fue un pionero en la creación de autoservicios de vinos y licores en nuestro país, y esa estrategia demostró con el tiempo ser la más acertada. ¿Queda algo por innovar en este negocio? Nosotros hemos pretendido ampliar, aún más si cabe, el concepto básico de nuestra tienda especializada, centrarnos más en el vino y en todo lo que hay detrás de él, ofreciendo una amplia selección con referencias nacionales y extranjeras, aportar unas condiciones óptimas de conservación, y seguir cuidando el servicio profesional, ágil y personalizado que nos caracteriza. Pero hay algunos cambios más: otra tienda de vinos en Madrid, en el número 50 de la calle Bravo Murillo, un establecimiento de productos delicatessen, además de una tienda virtual. ¿El caso es no parar? Siempre hay que pensar en crecer, y esto significa incorporar todos los medios posibles a nuestro alcance que nos permitan seguir siendo competitivos y atractivos para el cliente. Además de ofrecer más de 4.500 referencias de vinos y licores, decidimos aprovechar nuestra buena infraestructura para incorporar productos delicatessen. Tampoco hemos sido ajenos a los cambios que ha suscitado Internet, por eso tener una tienda virtual, dadas nuestras características, era una consecuencia lógica. Llevamos cuatro años con la web y estamos muy satisfechos, aunque ahora queremos retocarla porque lo que en un principio estaba pensado como un medio meramente promocional, de pura imagen, ahora puede ser un inmenso escaparate de las 4.500 referencias on line y así permitir que el aficionado pueda acceder cómodamente desde casa a nuestro catálogo. Pero una tienda on line es todavía una apuesta muy arriesgada. ¿Cree que la venta de vinos por Internet acabará por imponerse a la de la tienda física? No, ambas son compatibles y cubren diferentes objetivos. Con una tienda on line llegas a todas partes, donde la tienda tradicional no alcanza. Captas a un público diverso, acostumbrado a adquirir vinos en cualquier punto del mundo y con unas preferencias y gustos muy concretos, aunque la relación que se crea sea más impersonal. Nuestras tiendas físicas tienen una función más amplia, más interactiva, más lúdica. Son espacios vivos, donde no sólo se compra vino, sino que se cuenta con un equipo de sumilleres que asesoran y ayudan al aficionado, se puede asistir a degustaciones semanales, adquirir ofertas especiales o, como hacemos en Santa Cecilia por el mero hecho de ser socio, participar en cursos de iniciación a la cata, realizar viajes a una zona vinícola determinada, visitar sus bodegas... En definitiva, es una vía privilegiada para la difusión de la cultura del vino. ¿Dónde radica el éxito de Bodega Santa Cecilia: en sus precios, en sus planteamientos comerciales, en sus servicios de cara al cliente, en su especialización? Simplemente en mantener el concepto básico de mi padre, que es el que nos ha situado donde estamos, e incorporar las nuevas tecnologías de manera inteligente. La fórmula de mi padre fue montar un autoservicio que cubriese las demandas de clientes que compran grandes cantidades, como es el caso de la restauración, y la venta a particulares, a los que varios vendedores, con experiencia, apoyados por un sumiller, les garantizan el asesoramiento. Y, por supuesto, nuestros precios. De esta manera, la rotación del producto es constante, algo vital para nuestro negocio. ¿Se nota un cambio en el comprador de vino?¿Es hoy más exigente que antes, más entendido? El cambio se percibe en todo. Cada vez se elaboran mejores vinos, y ese salto en la calidad de la oferta inevitablemente debía tener su reflejo en la calidad de la demanda. También hay más referencias y el destinatario final, el consumidor, maneja mucha, quizá demasiada, información para procesar y comparar. Creo que se necesita un periodo de asentamiento, de calma, para que el aficionado puede crear sus propios criterios y definir sus gustos. Acorde con esta avalancha de nuevas marcas y nuevos vinos, existe un segmento de alta gama y elevado precio que ha crecido muy rápidamente. ¿Se venden bien esos vinos? ¿Existe una demanda real por parte del gran público? Al principio eran pocas las bodegas que se atrevían a lanzar al mercado una marca concreta o una cosecha especial y seleccionada a un precio elevado. Eran pocas, funcionaban bien en el mercado y existía una demanda fiel. El problema es que ahora cualquier bodega se cree en la obligación de sacar un vino caro con la dudosa idea de que eso es lo que da prestigio, lo que ha provocado una saturación de vinos en ese segmento tan elitista, donde el precio no va acorde, necesariamente, con la idea que los entendidos tienen sobre la alta calidad. En España, esta subida ha sido en muchos casos desproporcionada, con el agravante de que no existe un grupo tan numeroso de consumidores capaz de absorber tanta oferta. Primero, por lo que he comentado, no todos son de la alta calidad que dicen ser y no justifican su precio. Segundo, el aficionado divide mucho sus compras, puede adquirir sus vinos muy selectivamente, sin necesidad de acaparar grandes cantidades. Últimamente se ha notado un descenso notable en la venta de estos vinos, algo que las bodegas deberían asimilar para salvaguardar su imagen y la de sus productos, de manera que se vean obligadas a trabajar en la captación del consumidor con ofertas de calidad, a buen precio, si no barato, sí al menos razonable y razonado. Mayte Santa Cecilia La tercera generación de Santa Cecilia, Mayte y Pedro, garantiza la continuidad de uno de los comercios más emblemáticos e innovadores de Madrid. Antes de entrar a formar parte de él, ambos se curtieron bien, con una sólida formación, y se empaparon de una importante dosis de pasión por el negocio. Mayte Santa Cecilia estudió Derecho, idiomas, y se incorporó a la bodega inicialmente en el área de marketing. Pero su inquietud la llevó a involucrarse más con el vino y a intentar dar un mayor impulso a la tienda. Realizó el Curso de Sumiller de la Cámara de Comercio de Madrid, el primero que se convocó en 1993, promovió la difusión de la cultura del vino en su establecimiento, organizando catas, cursos, viajes y degustaciones de un sinfín de vinos y productos de gourmet. Es un espíritu inquieto, que no deja de idear nuevas fórmulas para enriquecer y diversificar su negocio, para que siga vivo y acorde con los tiempos.

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