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Pepe Rodríguez, la madurez consiste en ganar la batalla al tiempo

  • Redacción
  • 2001-02-01 00:00:00

Sin caer en el tópico de la idiosincrasia, es innegable que ciertas actitudes y aptitudes podrían tener denominación de origen. Pepe RodrÍguez es un inconfundible representante del ingenio, del talante emprendedor, del punto de razonada y culta locura que se asocia con las personalidades gallegas que llegan lejos. en profundidad, en hondura y, ahora, ampliando fronteras.

Vinum: Nos lo habíamos creído. Parecía que la solidez y el volumen de Adegas Galegas en Rías Baixas era suficiente para absorber todas sus ideas y para asentar sus inquietudes, pero el mundo del vino es ancho y tentador...

José Rodríguez: Hay mucho que experimentar, y en muchos frentes. Ni siquiera sobre el Albariño está todo dicho, la selección más exhaustiva y las distintas técnicas de elaboración dan mucho juego, y eso justifica hasta ahora un catálogo de bodega amplio y variado. Pero hay más, ya estamos elaborando en El Bierzo, en Valdeorras, en Castilla y León, en Tarragona y al otro lado de la frontera portuguesa, en Alto Douro, primores que saldrán antes del verano.

Si no fallan las cuentas pone su rúbrica en este momento a más de una docena de vinos personalísimos.

En Rías Baixas el éxito del D. Pedro de Soutomaior nos impulsó a seguir la línea con otro elaborado con la ayuda de nieve carbónica, y el Veigadares generó el Gran Veigadares seleccionando uva de cepas viejas y fermentado en barricas de 500 litros y tinos de 2.500. El Dionisos y Rubines han conseguido la frescura que buscábamos, y la experiencia de un tiento en la zona, el Señorío de Rubiós, ha tenido muy buenas críticas. Trabajar con Godello y con Mencía en Valdeorras hizo nacer el Galiciano Día y Galiciano Noite, y de ahí el paso a otras regiones y uvas sorprendentes, como el Prieto Picudo en el norte de Zamora y sur de León que se ha combinado con Tempranillo para el Dehesa de Rubiales o la Cariñena vieja del Clos dels Codols en Alt Priorat o la Touriga y la Rouriz en el Duero portugués

No debe de ser fácil distribuir el tiempo, alcanzar a todo y, además, seguir disfrutándolo. ¿Dónde se siente más cómodo?

Si he de ser sincero, donde me siento más a gusto y más satisfecho es en mi casa, con mi familia, con mis amigos, hablando de los problemas cotidianos, siempre en compañía de buenas comidas y aún mejores vinos. Pero también es verdad que me siento muy cómodo en el trabajo, discutiendo y creando cosas nuevas con mi equipo técnico, con Cristina Mantilla, con Cristina Carrera, con colaboradores como Milá o ese estupendo equipo que es Más Que Vinos, o sea Alejandra, Mae, Gonzalo, en fin, como una gran familia. Y disfruto los contactos con la prensa, con compañeros de otras bodegas y de gastronomía siempre que coincidimos en presentaciones y demás “saraos”. Pero hay una satisfacción íntima que me enternece especialmente. Para mí sigue siendo apasionante desarrollar una nueva plantación y ver cómo va creciendo y evolucionando, como si de un hijo se tratara.
Es ese amor y esa pasión por la investigación en las uvas lo que impulsó a crear y lo que se revela en todos sus vinos, desde los mas remotos...

A las uvas y a la tierra que las ve nacer. Es algo que me transmitió un maestro inolvidable y entrañable, Santiago Ruiz, y que me embrujó con el gusanillo del vino. Hasta el año 87 me dedicaba a impartir clases pero en esa fecha el trabajo de mi compañera nos llevó a vivir a O Rosal donde pude mantener una relación muy estrecha con Santiago, al que considero el mayor impulsor de lo que hoy en día es Rías Baixas. Allí, bajo los camelios de su jardín, envueltos en los aromas de su vino, no tuvo dificultad para convencerme de entrar en este fantástico mundo. Conseguí que un puñado de viticultores de O Rosal aportaran sus uvas, especialmente mimadas, a la bodega y al buen hacer de Santiago. Cuando su empresa cambió de manos ,dos de ellos, Quin y Enrique se sumaron conmigo a un nuevo proyecto y con otros amigos empezamos la plantación de Viñedos do Rosal. 25 hectáreas que al año siguiente se convertían en 60 y en la madre de Adegas das Eiras, lo que ahora es Terras Gauda. Allí, con la ayuda de técnicos excelentes como Pepe Hidalgo, Ana Martín y Cristina Loperena vieron la luz el Terras Gauda y el Abadía San Campio

Hasta que la idea de independencia se hizo irresistible...

La experiencia fue intensa y muy valiosa. Lo que allí aportamos todos fue pasión por el trabajo bien hecho, sumo cuidado y respeto a las tradiciones vitivinícolas, y -gracias a la técnica más avanzada- a la personalidad de las uvas, el Albariño, Loureiro, Caíño Blanco... Con esa filosofía inauguramos en el 95 Adegas Galegas y, junto con las dos Cristinas, rediseñamos lo que tenía que ser el albariño moderno. El D. Pedro de Soutomaior y después el Veigadares están pensados en función de la calidad y del público; algo complejo e incontestable, incluso incorporando la fermentación en madera, pero a la vez fácil de beber. Y parece que lo conseguimos porque las 120.000 botellas de Veigadares lo sitúan como líder en su línea, y estoy seguro de que inaugura una época en la que Rías Baixas va a estar entre los grandes vinos de crianza del mundo.

¿Es objetivo a la hora de valorar el potencial de los vinos gallegos o le pierde el patriotismo?

Tengo, como cualquier gallego, unas raíces profundas en nuestra tierra, y profesores y amigos me han reafirmado en que la solución a nuestros problemas pasa por el nacionalismo gallego. Pero además, en lo que se refiere a vinos, descubro palpablemente que vale la pena recuperar variedades autóctonas olvidadas, como el Espadeiro que ya incluimos en el Señorío de Rubiós, o el Castañal. Y que la Mencía cultivada para calidad en vez de para cantidad, y elaborada con mimo, puede dar vinos tan excelsos como los borgoñas.

¿Es ese su fin? ¿Cual es su vino ideal?

Mi reto personal sigue siendo crear un tinto en la zona de Amandi que sea considerado entre los mejores de este país. Mi vino ideal es aquel que fuese capaz de cumplir más de cincuenta años. Para conseguirlo tenemos las ideas, creemos disponer de parte de los medios y esperamos desde Galiciano conseguirlo antes de diez años. Pero no voy a sentarme a esperar. Mientras, el camino recto es el que nos lleva a crear grandes vinos que se disfruten, es decir, a la vez ricos, sorprendentes, asequibles y con larga vida.

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