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Una hora con Charles Smith, productor de vinos en Washington

  • Redacción
  • 2011-06-01 00:00:00

“A los vinicultores les gusta hablar de sí mismos” El vikingo se vuelve enólogo. Fue mánager de bandas de rock en Dinamarca antes de ser la estrella del Syrah en Washington. Entrevista con Charles Smith, en voz baja y a todo volumen. Charles Smith, primero fue mánager de bandas de rock en Dinamarca, ahora es vinicultor autodidacta en Walla Walla, en el Estado de Washington. ¿Qué formación tiene usted en realidad? Cuando cumplí los 18 años, mi madre me dijo: “Trabaja en un restaurante, así comerás todos los días y tendrás dinero en el bolsillo.” En mi primer trabajo, en un hotel de Palm Springs, accidentalmente se me cayó una bandeja entera de zumos de naranja sobre los pantalones del presidente de General Motors. El jefe me persiguió por todo el hotel con un cuchillo. Toda mi vida profesional ha sido así: siempre he querido tener trabajos que parecían demasido grandes para mí. Así que se hizo sumiller. Exactamente, en algún momento lo decidí: en los restaurantes, era el trabajo más guay. Llegas el último, te vas el primero, te pasas la noche probando vinos y eres el que más cobra. Así que, invirtiendo mi sueldo, me paseé por las bodegas de los restaurantes para catar, los fines de semana visitaba fincas vinícolas y así medré hasta convertirme en el sumiller del Ritz-Carlton. Luego, cuando a los 29 años me fui a Dinamarca… ¿Por qué? Por una chica, ya sabes. En cualquier caso, en Dinamarca nadie quería contratarme. Al principio tampoco hablaba danés, claro. Así que trabajé en un bar, donde empecé a organizar conciertos; más tarde, me convertí en mánager de bandas de rock. Desde Copenhague hasta Walla Walla hay un largo camino. En 1999 me vi ante la disyuntiva de quedarme en Dinamarca o volver a Estados Unidos. Así que, acompañado de un amigo, crucé todo el país, de norte a sur, de este a oeste. En Washington conocí a un vinicultor francés, Christophe Baron de Cayuse, y le conté que siempre había deseado tener mi propia bodega. Yo no tenía dinero, pero él me dijo: “Instálala en mi casa y págame cuando vendas las botellas.” Así fue el momento en que cantaron los ángeles. Pero si he entendido bien, hasta entonces, el vino usted únicamente se lo había bebido. ¿Cómo supo qué hacer para vinificarlo? Llevaba tiempo dándole vueltas a la idea, y en Europa tenía buenos contactos en el mundo del vino. Evidentemente ningún vinicultor te cuenta sus secretos sin más, pero a todos los vinicultores les gusta hablar de sí mismos. En Dinamarca me convertí en un verdadero vikingo. Créame, era capaz de beber muchísimo. Así que bebía y hablaba con profesionales franceses y también españoles. Ellos creían que solo estábamos conversando, pero yo todo el tiempo estaba tomando notas mentales. En 2001 fundó su propia finca. ¿Quién lo financió? Tenía uva de primera calidad, asesores magníficos y etiquetas impactantes diseñadas por mi mejor amiga, la danesa Rikke Korff, jefa de diseño de Levi’s. Y el banco se interesó… Pero primero querían probar mi vino. Allá que me fui con una botella debajo del brazo a visitar al vicepresidente, y le serví una copa. Él la movió, la olió, la probó y dijo: “Enhorabuena, le daremos 250.000 dólares.” Así nació K Vintners. ¿Qué significa la K? Yo quería un símbolo, una especie de marca a fuego, como las que usaban los granjeros de antaño para marcar su ganado. El objetivo era que la gente reconociera mis botellas, aunque ellos no hablaran el idioma del vino. [En inglés, la pronunciación de K Syrah es casi idéntica a Qué será, la canción que Doris Day convirtió en un gran éxito en los años cincuenta.] Mis etiquetas tienen su propio vocabulario. Se quedan pegadas a la memoria como el barro en los pies. Y cuando se cultiva Syrah, parece que cae de su peso. ¿Por qué Syrah? Hace diez años, en Washington había doscientos productores que vinificaban Cabernet y Merlot, y cuatro de ellos Syrah. Así que podía elegir: ser uno entre 200, o bien uno entre cinco. A ello se suma el hecho de que la variedad Syrah expresa su terruño de manera única. Ésa era mi meta: quería hacer vinos de pago a la manera antigua, pisando la uva con los pies, con fermentación espontánea, muy precisos y refinados. Verdaderos vinos de terruño. Algunos de sus vinos de Syrah tienen más de 16 grados de alcohol. ¿Qué posibilidad de expresión le queda al terruño? Pruebe un vino superior de la Borgoña joven, por ejemplo un La Tâche 2007. Su sabor no es especialmente agradable. Pero dentro de cinco, diez o quince años, el gusano se convertirá en mariposa. Lo mismo ocurre con mis Syrah. Al principio se percibe la fruta y el alcohol, pero con la crianza aparece de repente la esencia. Los bancos de ostras no se ven hasta que no baja la marea. El contraste total con su Royal City Syrah de 2007, su potente vino con 99 puntos Parker, es el Kungfu Girl Riesling. Es el vino del que estoy más orgulloso. Un verdadero vino cool climate, crujiente, limpio, con uvas de un solo viñedo, únicamente un 11 por ciento de alcohol, una etiqueta muy original, casi feminista, y todo por apenas 12 dólares [precio en Estados Unidos]. ¿Sabe qué le digo? Cuando la gente me conoce, con estos pelos, el estilo rockero y la soltura verbal, automáticamente piensan que solo iba a saber hacer tintos densos y oleosos. Y entonces les planto esto delante. ¿Le gustan los extremos? Piense en la música: los momentos más emocionantes de una sinfonía son los más estridentes [levanta la voz y gesticula], y luego los muy tranquilos. Lo de en medio no es especialmente interesante. Y ni siquiera se trata de los extremos. Se trata de comprender que uno mismo tiene más de una sola nota. ¿Qué vino sería el que aún le gustaría hacer en esta vida? Tengo un proyecto (Charles & Charles ) en común con mi amigo Charles Bieler. Hacemos juntos vino rosado, solo por diversión. Los beneficios los estamos ahorrando para comprarnos un château en Burdeos. Cuando lo tengamos, apareceremos por allí vistiendo nuestros vaqueros y camisetas, y revolucionaremos todo el cotarro. Biografía Charles Smith Nacido en California y autodidacta del vino, apareció hace diez años en el escenario enológico de Washington y desde entonces colecciona puntos Parker para su Syrah. Potente en su juventud, con fruta marcada y alcohol perceptible, sus mejores vinos alcanzan una gran complejidad con la crianza; carnosos y terrosos con notas de trufas y sotobosque. A Smith le gusta que le citen: “It’s just booze, drink it” (no es más que bebercio, bébetelo) y, según cuentan, a veces descorcha un Haut-Brion del 53 para acompañar una hamburguesa. Además de los vinos superiores Royal City, Heart, Skull y Bones, y los muy loables del segmento medio como Ovide (Cabernet con alrededor de un tercio de Syrah) -todos ellos con la etiqueta K Vintners-, también produce superventas como Kungfu Girl Riesling o Eve Chardonnay bajo el nombre de Charles Smith.

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