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Ignacio de Miguel: El hombre de la Mancha

  • Redacción
  • 1998-10-01 00:00:00

“Soy enólogo por casualidad”. Fue la respuesta a la primera pregunta. “Mi padre ha tenido una gran influencia en mí. De pequeño lo admiraba tanto, que todas las aficiones que él tenía me gustaban. Es un gran cazador, y yo le preparaba y limpiaba cuidadosamente los trastos de la cacería, afición que he seguido al pie de la letra. También posee una buena bodega de vinos. Parte los compraba y muchos eran obsequios (como buen médico, recibía bastantes regalos). Aunque yo ni los cataba, le tenía la bodega organizada, incluso llegué a conocer las marcas por las cápsulas. Llegó el momento de elegir una profesión y surgió el dilema: toda mi familia pertenece a la rama de la medicina. Pero a mí, como buen cazador, me gustaba el campo, vivir en la naturaleza. Pensé hacerme ingeniero agrónomo, pero curiosamente el libro de Miguel Agustín Torres, “Viñas y Vino de España” influyó mucho en mi decisión. En este libro aparecía una frase de agradecimiento a su padre por haberle impuesto el estudio de químicas. Estudié químicas y después hice enología en Madrid, en la Escuela de la Vid. Después fui a Burdeos a hacer las prácticas. Todavía recuerdo con ilusión los trabajos desarrollados un par de años en el Château Pavie, de Saint Emilion.”

Después se hizo cargo de la bodega del Marqués de Griñón.
“No, tuve la suerte de entrar en la casa, pero con un proyecto de un ingeniero americano, que había convencido a Carlos Falcó. Este hombre estaba en contra de la Cabernet, la corriente de entonces, y le gustaba más el vino del Ródano. Convenció al Marqués de las grandes posibilidades de la Syrah, la Garnacha y la Monastrell en la zona. Como estábamos convencidos de que Monastrell y Garnacha encontraríamos y además de altísima calidad, plantamos 5 hectáreas de Syrah en la finca Valdepusa. En aquellos tiempos estábamos entusiasmados con la idea. Hubo anécdotas graciosas como la historia de la Garnacha. Realizábamos viajes que Carlos denominaba “en busca de la Garnacha perdida”. Se estudiaban todos los parámetros posibles: altitud, tierras, pluviometría, en fin, todo. Cuando llegábamos al sitio teóricamente ideal, resulta que no había Garnacha, o, si la había, no era lo que esperábamos.
Era lo que se llamaba ‘el proyecto Tagus’ que luego se desestimó por la ampliación de capital y los cambios en la empresa. Con los restos, se edificaría el Dominio de Valdepusa Syrah, un vino de gran raza. El primer contacto con el vino fueron los seis años en las bodegas del Marqués de Griñón. El cambio de planes en la empresa obligó a buscar nuevos horizontes. De esta etapa tengo que agradecer las facilidades (y la paciencia) que tuvo Carlos Falcó para mi formación. Es uno de los hombres más generosos que he conocido. Él me asesoró y puso a mi alcance lo mejor para mi aprendizaje. Aún recuerdo cuando me dijo la primera vez, “vamos a catar con Emile Peinaud”. Figúrate la ilusión, yo ni sabía que aún vivía. Y luego, con Michel Rolland, lo mismo”.

¿Qué opina de los
enólogos de “fortuna”?
“Creo en la necesidad de ese papel en el mundo vitivinícola. De hecho, nosotros experimentamos un gran cambio en Valdepusa cuando entró el Sr. Rolland. Yo en estos momentos puedo considerarme uno de ellos, y suelo ‘vender’ que soy alumno de estos experimentados enólogos. Es positivo por muchas razones, primero porque dan una opinión externa de la bodega, porque muchas veces el árbol no te deja ver el bosque. En una bodega que todavía no posee una línea concreta es decisiva la opinión de un experto que cata miles de vinos al año (y de todo el mundo) aunque simplemente sea para dar el retoque final aunque no haya que diseñar el vino; incluso, el nombre de un enólogo famoso puede ser el mejor gancho comercial”.
El precioso viñedo de un accionista de Griñón, Marcial Gómez Sequeira, sería su próximo destino. “Cuando salí de Marqués de Griñón, yo conocía su vino, puesto que se elaboraba en Valdepusa, pero su dueño, el Sr. Gómez Sequeira, no tenía ni idea de cómo poner en marcha una bodega o hacer funcionar una nueva marca. Le propuse la idea y le pasé un presupuesto modesto, pero que a mí me parecía una fortuna. Aceptó y se puso en marcha la “Dehesa del Carrizal”. En estos momentos se trabaja a marchas forzadas en la construcción de la bodega. Queremos vinificar allí esta cosecha, aunque, por supuesto, los mejores vinos están por llegar. Creo firmemente que Dehesa del Carrizal dará muchas alegrías a los buenos conocedores”.

Hasta ahora toda su carrera ha transcurrido
en La Mancha. ¿Es por algo especial?
“Sencillamente porque allí es donde me ofrecieron trabajar. Pero, además, estoy seguro de que se pueden hacer grandes vinos. La Mancha tiene un extenso territorio, variado en todos los sentidos, buenos suelos, diferentes alturas. Cuenta con mucha agua en el subsuelo, como reserva en caso de sequía, incluso de una forma más inteligente que el propio cielo. Tenemos 3.000 horas de sol que para sí las quisieran casi todos los viticultores del mundo... y, sobre todo, un agricultor que entiende el campo, que sabe su oficio. Cuando le explicas que ya no hay que extraer cantidad de kilos ni grado excesivo, lo comprende a la perfección. Se conoce todos los síntomas de la tierra y del clima como su propia mano. En un recorrido por La Mancha, Richard Smart me dijo: “Menos mal que esta tierra está dormida, el día que despierte tendremos que cerrar en Australia”. Además, la chulada sería formidable. Castilla-La Mancha el mayor viñedo del mundo, plagada de islas con vinos de gran calidad, elaborados en pequeños “châteaux”. Tremendo”.

¿Cuáles son sus proyectos inmediatos?
“Como dije, ahora tengo la libertad de asesorar a pequeñas empresas de la zona, algunas bodegas que me gustan porque están enclavadas en parajes especiales y porque poseen un buen futuro. En los “Altos del Bonillo”, en la bodega de Sánchez Muliterno, me ocupo de reorganizar todo. Es un buen viñedo que merece la pena trabajar en él. También me han pedido asesoría en Ronda, en la bodega del Príncipe Hoenlohe. Además me ocupo de un viñedo precioso, en Guadalupe, de muy buenas condiciones”.

¿Como ve el futuro del vino español?
“Con un estupendo futuro que, si no fuera por los españoles, ya sería presente... Bueno, es broma, la verdad es que queda casi todo por hacer, pero mientras que antes no se vislumbraba nada a lo lejos, ahora hay muchos ejemplos que nos guían como si fueran luces. Cuando Rolland comentaba en el 91 ‘qué pena La Rioja, está trabajando al 20% de sus posibilidades’ yo entonces no lo entendía, ni me gustaba. Pero ahora, con estos grandes vinos recién salidos lo veo claro. Aquí abunda lo que nadie tiene: sol, un sol maravilloso, que durante mucho tiempo los países del norte intentaron convencernos de que era perjudicial para elaborar grandes vinos. Además aquí hay mucha imaginación. El fenómeno Priorato consta de un 70% de imaginación. De pronto un día llegan Josep Lluis Pérez, Carlos Pastrana, René Barbier y Álvaro Palacios y en un tiempo récord organizan uno de los mejores vinos del mundo. Claro que también ocurre lo contrario, como en Ribera del Duero. Aparece Eloy Lecanda en 1864, algunos años más tarde saca el Vega Sicilia y a nadie se le ocurre copiarlo, sus paisanos siguen con sus claretes, hasta un siglo después en que Alejandro Fernández, Pérez Pascuas y otros montan el tinglado que revolucionó el mundo del vino. Aunque algunos están abocados al fracaso. Ellos piensan: yo soy un buen agricultor y le vendo las uvas a Alejandro. Él elabora un vino de calidad. ¿Porqué no hacer yo lo mismo? Además de cultivar buenas uvas, que ya es bastante, quiere ser un buen enólogo, un jefe de marketing, diseñador de etiquetas, etc, etc. Y a menudo fracasa en cuatro de las cinco actividades”.

Si tuviese el poder de elegir el lugar ideal
para elaborar su vino, ¿cuál sería?
A mí, además del vino en sí, me preocupa mucho lo que ocurre a su alrededor. Soy, ante todo, naturalista, me apasiona el campo. Por eso toda la comarca de los Montes de Toledo, los alrededores de Cabañeros y algunas zonas de Extremadura me parecen sitios maravillosos para el cultivo de la vid y la elaboración de vino. Si sabes elegir bien la variedad y consigues un buen terruño, corroboro lo que dijimos antes: salvo algunas zonas de la cornisa cantábrica, España es un país privilegiado para el vino”.

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