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René Renou, ¿sigue de moda el vino francés?

  • Redacción
  • 2004-12-01 00:00:00

Cada vez son más las voce expertas que aseguran que la vinicultura francesa precisa reformas profundas. Una de esas voces procede del venerable INAO* y su presidente, tan dinámico como abierto a las reformas. Desde los años 30, la AOC** francesa garantiza la calidad del vino. ¿Sigue en consonancia con los tiempos y con el mercado? Cada vez estoy más convencido de lo acertado de la Appellation d’origine. Pero el concepto de 1935 fue válido hasta 1985, como muy tarde. Durante ese periodo, Francia reinaba en todo el planeta del vino y monopolizaba el segmento medio y superior del mercado del vino. La oferta era menor que la demanda. Únicamente existía la concepción francesa del vino. Italia fabricaba vino barato, y España, un volumen que no era digno de mención. Francia era la referencia y gozaba de todas las libertades. El mercado necesitaba nuestros vinos. No tenía opción. ¿Y hoy? Estamos expuestos a la competencia de 45 países. Italia está haciendo vinos de talla internacional y España ha duplicado ampliamente la producción. La oferta es muy superior a la demanda. La concepción francesa del vino, de base histórica y cultural, está siendo duramente desplazada por un concepto mucho más pragmático procedente del ámbito anglosajón. Por ejemplo, para un tejano llamado Bill el vino no es cultura, lo que él quiere es que esté rico para acompañar a las chuletas a la barbacoa. Pide una lectura simple: una variedad, mucho color, un cierto dulzor y un concepto de marketing comprensible. Esa comprensión del vino se está extendiendo cada vez más. ¡En un 90 por ciento! Y naturalmente, a costa de la concepción francesa del vino. Sólo nos quedan tres soluciones: 1) Seguir manteniendo la opinión de que somos los más guapos y los más fuertes, y extinguirnos como los dinosaurios. 2) Adaptarnos al mercado anglosajón y traicionar nuestras raíces. 3) Intentar comprender las expectativas del mercado y contentarlas. Esto último es lo que hemos estado haciendo día a día desde hace cuatro años. ¿Cómo están trabajando en ello? Estamos debatiendo si la opción 3 se puede integrar en el sistema AOC existente. Para los vinicultores, la AOC es designio divino. Si se la trastocan, serían perfectamente capaces de dar rienda suelta a su ira contra la verja de la prefectura. Como presidente del INAO, me hallo bajo el control del Estado y no puedo ocasionar daños a los bienes públicos. Por eso no quiero quitarles la AOC a los vinicultores, sino darles más libertad dentro de ese marco, quiero ayudarles a mejorar su margen de ganancias. ¿En qué se traduce eso en la práctica? Estoy a favor de reducir la densidad de plantación manteniendo el volumen de cosecha, más tecnología para lograr una calidad óptima y algo menos de tradición. Por ejemplo, ya no me opongo a que la variedad de uva que el tejano llamado Bill quiere conocer figure en la etiqueta, aunque sólo suponga un 85 por ciento de la mezcla. Estoy a favor de suavizar la legislación para que volvamos a ser competitivos y para que el consumidor corriente se oriente mejor en la jungla de los vinos de Francia. En lugar de tirar aún más de las riendas con reglamentaciones más severas, lo cual provocaría en un breve plazo de tiempo la desaparición de muchas pequeñas empresas que ya hoy tienen dificultades para seguir existiendo, definimos las áreas en las que se pueden reducir los costes de producción. Hasta ahora, la AOC no ha hecho más que prohibir. Hoy por hoy, estoy dispuesto a negociar, incluso acerca de la ósmosis inversa o las virutas de madera en el vino. Llamemos a las cosas por su nombre: una gran parte de los problemas se debe a la falta de calidad de muchos vinos. Sólo veo dos soluciones para imponerse en el mercado: mayor capacidad competitiva para los unos y una legislación más severa para los otros, con el fin de aumentar el valor añadido. Ambas soluciones ya existen. Quien asegure que estoy instigando a la revolución, se equivoca. Sencillamente quiero más claridad para el consumidor. Hagamos por fin lo que decimos, digamos lo que hacemos. Respetemos exactamente aquello que declaramos en las etiquetas. ¡Pensemos en el bienestar del consumidor y no sólo siempre en el del vinicultor! Si le he comprendido bien, además de la AOC, usted aspira a una especie de súper-AOC, similar a la DOCG italiana... Exactamente. Propongo suavizar la legislación de las AOC y crear una AOCE*** más severa. En el futuro, poseer una hectárea en Margaux no será suficiente para poder vinificar un Margaux, será necesario acatar las exigentes regulaciones de la AOCE. El caso de las AOC es más complicado. De las 7.000 empresas situadas en las denominaciones de Burdeos y Burdeos superior, que producen tres millones de hectolitros anuales, entre 500 y 600 hacen un trabajo excelente. Quisiera hacerles justicia con el reconocimiento individual del terruño dentro de una región vinícola, aunque ésta sólo sea una AOC, siguiendo aproximadamente el modelo español de los «vinos de pago». Separando así el grano de la paja. Actualmente tenemos un sistema muy poco transparente, que protege a los malos y no reconoce a los buenos, un sistema en el que reina la ley del silencio y los problemas se reprimen. La posibilidad de mejorar tanto colectiva como individualmente para lograr la designación de «excellence», a nivel de denominación y de finca, eliminará automáticamente a los insuficientes. En la actualidad, a nivel mundial se produce más de lo que se consume. ¿Debe adaptarse la vinicultura francesa a las leyes del mercado y producir menos? No es Francia la que produce demasiado, sino la vinicultura mundial. Incluso con exceso de oferta, los vinos de excelente calidad y fuerte personalidad tienen su lugar. Con la preparación de los decretos AOC queremos fijar la calidad y desarrollar más identidad. Eche un vistazo a la prensa internacional, estudie el comercio mundial y rápidamente se dará cuenta de que Francia sigue siendo el líder absoluto en lo que respecta al vino. A pesar de sus tecnologías modernas y de sus presupuestos de miles de millones de dólares en publicidad, los otros cuarenta y cinco países productores siguen midiéndose por el vino francés. Nuestro único punto débil es nuestra irregularidad. Si logramos dominarla, pronto recuperaremos nuestro porcentaje en el mercado. ¿No le molesta que Francia, de repente, tenga que buscar impulsos en sus vecinos italianos y españoles? Al contrario. Una segmentación europea con una lógica colectiva es un verdadero reto y una respuesta a los productores del Nuevo Mundo. Sólo tendremos peso como Europa unida. ¿Realmente es más clara para el consumidor la nueva regulación AOCE? ¿No se trata sencillamente de un término más? Actualmente se conocen las denominaciones regionales, las denominaciones municipales, los crus y los grands crus. Pero a menudo hay vinos de denominaciones regionales que son mejores que muchos grands crus. ¿Es esto comprensible para el consumidor? ¿Conoce usted la diferencia entre los Cru de Provence y los Côtes de Provence? Los crus fueron los primeros que embotellaron sus vinos en 1956 y ya no lo vendieron a granel. Hoy todos lo hacen, pero a pesar de todo, se paga más por el Cru que por el Côtes. Como anécdota puede ser divertido, pero ¿cree usted que así se gana la confianza del consumidor? Pero un Cru classé de Saint-Julien, de un productor que trabaje mal, seguirá siendo un Cru classé. Sí, pero sólo se podrá etiquetar como AOC, no como AOCE. La absoluta transparencia es un derecho de los consumidores. El producto se debe corresponder con lo que promete la etiqueta. Mire, los llamados grandes vinos no suponen más de un diez por ciento de la producción francesa. Junto a Pétrus y Romanée-Conti existen otros innumerables vinos que, en su estilo, no son menos complejos. Quien ama la ópera no tiene por qué detestar las canciones populares, y a la inversa. Además, con la AOCE, los vinicultores que la historia había olvidado tienen la oportunidad de progresar. Todo esto presupone que el INAO vigilará más severamente y actuará con más dedicación in situ. No hay reforma sin control. Hasta ahora, el INAO estaba considerado como un departamento de la Administración inflexible, rígido y apartado de la realidad. Sus propuestas suenan sensatas, modernas y previsoras. ¿Pronto se podrá plantar, entonces, Riesling en el Médoc? Ve usted, ahora ya me odia un poquito menos. Pero en serio: También yo defendí la opinión contraria durante mucho tiempo. He cambiado de parecer porque no había otra opción. Hoy les digo a los vinicultores: ¡Adueñaos de vuestra denominación! Redefinid vuestras reglas. Luego hablaremos juntos sobre su contenido. Eso no quiere decir que el INAO piense aceptarlo todo. Por ejemplo, las virutas de roble en el vino. He llegado a un punto en el que me pregunto si estoy a favor o en contra. Según la lógica francesa, habría que colocar cinco barricas a la entrada de la bodega y asegurar que el vino está elaborado en madera, aunque detrás de la puerta asome el saco de virutas. Tal actitud es lo indefendible, y no el hecho de adherirse a una u otra técnica. No me queda más que repetir: Digamos lo que hacemos, hagamos lo que decimos. A finales de julio se tomó la primera decisión. Tenemos luz verde para una reforma de los decretos. El principio de la AOC d’excellence ha hallado aceptación a nivel individual y colectivo, aunque, eso sí, respetando la jerarquía actual. La comisión de investigación permite más libertad de movimientos, no ya dentro de la AOC, cuyas condiciones de producción deben seguir estando rigurosamente definidas, sino a través de la creación de un nuevo Vin de Pays. Como presidente de una administración, debo inclinarme ante esta decisión. Pero precisamente ese ha sido el comienzo de la discusión. Porque la Borgoña no quiere ni oír hablar de vinos del país, mientras que Burdeos desea tener la posibilidad adicional de producir vinos varietales. (barbara.schroeder@vinum.info) René Renou Gracias a sus funciones como presidente de la Asociación de vinicultores y de la Organización central de vinicultores de Anjou, René Renou, vinicultor de Bonnezeaux en Angers, es miembro del INAO desde 1986. Este Instituto reúne a 80 miembros: dos tercios son representantes de los vinicultores y un tercio, representantes del comercio. En el año 2000 René Renou fue elegido presidente por seis años, “a pesar de lo mal que me sale el nudo de la corbata”, confesaba en París, sonriendo pícaramente.

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