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Una hora con Pablo Álvarez, director propietario de Vega Sicilia

  • Ana Lorente
  • 2010-09-01 00:00:00

“En 2050 Vega Sicilia será aún mejor, sin perder su personalidad“ Con Madrid a sus pies, desde la terraza del Club Financiero, insiste en que no es dios, que no puede adivinar el futuro, pero sus constantes viajes y una lista de espera de más de 2.000 solicitudes de clientes le dan bastantes datos sobre el mundo del vino. Eso si, siempre visto desde arriba, desde el vino español más exclusivo y mítico: Vega Sicilia. Ha regresado hace poco de China. No ha visitado la Expo, pero echa cuentas en el calendario para volver. ¿Cómo se ve allí el vino español? Allí sólo hablan de los siete grandes de Burdeos y, aún así, nuestro distribuidor, que es el mismo que el de Château Mouton, dice que incluso para ellos se traduce en cifras ínfimas. Es lógico. Tan difícil es que ellos nos convenzan de comer con té como que nosotros les transmitamos el buen hábito de comer con vino. Y cuando se interesen no hay que olvidar que son el quinto país productor. Algunos buscarán en otros lugares vinos con verdadera personalidad, pero la cantidad la tendrán resuelta, incluso como exportadores. Entonces, ¿dónde está la mina de bebedores -o sea, compradores- emergentes? Confío más en India, donde los impuestos van a bajar mucho y también son un enorme mercado potencial, son casi 1.200 millones. Pero esos mercados potenciales no significan nada para quien no sabe aprovechar los actuales. El vino español apenas se ve fuera de España. En los grandes almacenes Mitsukoshi, que son como El Corte Inglés de aquí pero en tamaño y carácter japonés, y donde me gusta ir para analizar las novedades de gastronomía y bebidas, la bodega reúne 2.500 vinos, y sólo uno es español. En el mejor restaurante de Hong-Kong donde estuve comiendo, en la carta de bodega hay hasta cinco vinos chilenos y sin embargo ni uno español. ¿Por qué no viaja el vino español? ¿Qué se puede hacer para remediarlo? No se puede improvisar, no hay sumilleres españoles por el mundo, y esa formación debería impulsarla el Estado. Tampoco hay restaurantes ni cocineros españoles, como los hay franceses o italianos de diferentes niveles en cualquier rincón del mundo, y son el primer escaparate de sus vinos. No sé qué complejo nos frena, si el de inferioridad o el orgullo, el viejo convencimiento de que “el buen paño en el arca se vende”. Y el mundo está cambiando. Cuando me preguntan que por qué viajo tanto si Vega Sicilia está todo vendido sólo puedo contestar que está vendido porque viajo. Esa parte, la del comercio, corresponde a los empresarios. Vega Sicilia se puede considerar un vino internacional. ¿Y los otros vinos: el Pintia (de Toro), el Alión (de Ribera del Duero) o el Oremus húngaro (de Tokaji)? Vega Sicilia tiene 5.000 clientes fijos y una larga lista de espera, y entre todas las bodegas tenemos 11.000. Es una seguridad y una felicidad, aunque el Oremus fue fruto de la inexperiencia y se enfrenta con dificultades lógicas: es un blanco, es un dulce y es de una procedencia aún muy desconocida. Partíamos de Vega Sicilia al comprar la bodega y eso da una visión distorsionada del mundo de vino. Ahora, cargados de experiencia, es el momento de desembarcar en Rioja. ¿Por qué va tan lento el proyecto? Es verdad que llevamos ya siete años, pero cuando el barón Benjamin Rothschild vino a buscarnos para la aventura, la planifique a 14 años. Él es propietario de una sexta parte de Lafite, tiene otra bodega en Saint-Émilion, y en Argentina, Sudáfrica… Partiendo de un grupo financiero quieren completar el sector del vino en España. Ya llevamos tres años experimentando, en busca de la máxima expresión y personalidad, porque el vino de Rioja no tiene nada que ver con Ribera o Toro, necesita otra elaboración, otras maderas… Hasta construir la nuestra, hemos alquilado una bodega en Leza y hemos ido comprando viña buena, que no es fácil reunirla en Rioja, donde cada propietario la aprecia y hay que negociar muy bien. Por eso es lento. El proyecto es estilo château, con un vino sublime y otro buenísimo, y lo preside su esposa Ariane. Será una bodega de aspecto discreto pero con una dotación inmejorable. A pesar de las recientes disensiones familiares y empresariales entre el padre y los hermanos Álvarez, el proyecto sigue, ya poseen 110 hectáreas de viña. En la propiedad de Vega Sicilia, desde su fundación en 1864 se han sucedido cuatro firmas, cuatro familias. Todas adoraban su vino y su bodega. ¿Qué impulsa a vender una obra de arte así? Nosotros, por ahora, lo que hacemos es mejorarla. Hemos acabado una nueva nave de elaboración en la que hemos invertido 10 millones de euros y en la que se resume toda nuestra experiencia: por supuesto, medios para doble selección de uva, cámara de enfriamiento de la uva, larga maceración en frío y, sobre todo, 57 depósitos, para vinificar por separado cada parcela. Así, a la hora del ensamblaje definitivo, contaremos con más de 40 piezas perfectas. Respecto a la sucesión, creo que es bueno que las bodegas de prestigio, y Vega Sicilia lo es, estén por encima de sus propietarios, de las familias. Así se renuevan de vez en cuando, como la propia viña, mientras la excelencia del resultado sigue inmutable. Aparte de las de la casa ¿Cuáles son las mejores botellas que guarda en la memoria? Algunos blancos de la Borgoña. En España en general se aprecian poco los blancos, pero tienen la ventaja de que son mucho menos susceptibles que los tintos para retoques o maquillajes. Hay excelentes blancos también en Alemania, Austria… y en España espero que los albariños y ribeiros tengan el gran futuro que merecen. ¿Para que sirve el vino? A los bodegueros, para decir muchas tonterías, para eso que se llama cultura del vino, para hacer literatura, mejor o peor; y a los que nos gusta, para comer: es, debe ser, un plato más que engrandezca la comida. “Es bueno que las bodegas de prestigio, y Vega Sicilia lo es, estén por encima de sus propietarios.” Pablo Álvarez Es el segundo de siete hermanos en una familia de padre castellano y madre vasca donde todos colaboran en la empresa familiar, Eulen. Cuando en 1982 su padre añade a su grupo económico la guinda de Vega Sicilia, le encargó la dirección. Ahí convivió tres años con Jesús Anadón -figura señera de la bodega y la D.O. Ribera del Duero- hasta su jubiliación. A Pablo le tocó cambiar de enólogo en una firma donde todo parece inmutable, pero su buen entendimiento con el sucesor, Xavier Ausás, volvió a convertirla en una balsa de aceite (¿o habría que decir de vino?). Es tan reservado, tan tímido, que hay que extraerle las palabras con sacacorchos (ver nuestro video en youtube: www.youtube.com/user/MiVinoVinum). Vive en hotel pero, cuando el fin de semana o tras cada viaje vuelve a casa, su herencia materna le lleva a disfrutar su ocio en el sancta sanctórum de la cocina. www.vega-sicilia.com

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