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Josep María Albet i Noya. «Acabaremos siendo todos ecológicos»

  • Redacción
  • 2006-06-01 00:00:00

Es ecológico hasta la médula y biodinámico en estudio. Tenaz en investigar y experimentar cualquier técnica de producción o recuperar variedades que sorprendan, que aporten características inimitables. Su máxima en un vino, la calidad, y si éste es ecológico, mucho mejor. Entrevista: Ana Ramírez Fotos: Heinz Hebeisen Los escándalos y crisis alimentarias, que últimamente y con demasiada frecuencia han afectado a la seguridad en la alimentación humana, han propiciado que cobren un especial protagonismo otras prácticas y sistemas de producción agrícolas más respetuosos con el entorno y la salud del consumidor. Unos sistemas que, para asombro de muchos, llevan ahí desde la década de los años 70, pero que el desconocimiento o el desinterés del propio consumidor y las limitadas campañas de promoción por parte de los agentes implicados los han dejado sumidos en un anonimato casi autoprovocado. España es, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el tercer país europeo productor de alimentos ecológicos, y la superficie dedicada a este tipo de agricultura se incrementó en más de un 10 por ciento en el año 2005 en relación al 2003, hasta superar las 800.000 hectáreas. Estamos incluso entre los primeros a nivel mundial. Pese a ello, los españoles consumen muy pocos alimentos ecológicos. Nuestro sector vinícola tampoco es ajeno a este reencuentro y respeto por la naturaleza. Cada vez son más los que se suman a la viticultura ecológica, e incluso algunos van más allá abrazando con fervor las tesis biodinámicas, una vertiente más extrema, de dimensiones cósmicas, de practicar la viticultura. Si nos centramos en la viticultura ecológica, en nuestro país destaca y aventaja con diferencia un hombre: Josep María Albet i Noya, ecológico «casi» por casualidad. En el año 1978 Josep María era representante de la «Unió de Pagesos» en el Consejo Regulador de la D.O. Penedès, cuando una empresa danesa se dirigió a la D.O. en busca de un productor de vino ecológico. En ese momento no había ninguno en todo el estado español, y el Consejo se lo planteó a Josep María. A pesar de las reticencias de su familia y de los payeses locales, Josep María hizo sus primeras tentativas en uno de los viñedos que él mismo había plantado e injertado. El vino tinto resultante se vendió muy fácilmente lo que le animó a proseguir por este camino. Un camino hacia el éxito: hoy el cien por cien de sus terrenos son ecológicos y las ventas no han parado de crecer. Es un pionero y un precursor de la viticultura ecológica de calidad en nuestro país, aunque parezca que predica en el desierto, pues en general este tipo de cultivo todavía no ha conseguido muchos adeptos entre los consumidores ni cuenta con los parabienes de la crítica especializada, salvo contadas excepciones. Por todo ello, ¿el viñedo español está muy contaminado? No. Todavía no hemos contaminado mucho los suelos, aunque, de seguir así, haciendo un uso y abuso de insecticidas, abonos y pesticidas químico-sintéticos, acabaremos degradando paulatinamente el terreno, el viñedo y todo su entorno, y acabaremos alterando el equilibrio natural de la cepa. Debemos tomar conciencia de este deterioro. ¿Una viña ecológica es más vulnerable que una de cultivo convencional? Todo lo contrario. La utilización de abonos verdes, orgánicos y compuestos mantienen el buen equilibrio de crecimiento de la cepa, se consigue una uva muy sana, sin residuos. Una viña así es más rústica, más dura y resistente, y año tras año adquiere más defensas naturales que otra de cultivo convencional. Las crisis alimentarias que han azotado a Europa y a otros continentes (vacas locas, dioxinas, gripe aviar...) han suscitado que el consumidor mundial demande más seguridad en los productos que compra. El vino también está inmerso en esta necesidad de buenas y seguras prácticas agrícolas que garanticen la calidad intrínseca del producto. ¿Acabará siendo España cien por cien ecológica? Esa sería la evolución, la manera más lógica y racional de salvaguardar lo que tenemos. La calidad de un vino ecológico se fundamenta en las viñas. La característica principal de la uva cultivada ecológicamente es la ausencia de residuos y su óptimo estado sanitario. Si además se añade un cultivo que busca bajos rendimientos, no sólo se prima la calidad, sino que se hace más sostenible el cultivo ecológico al ser las cepas más resistentes. Además, estamos ante un mercado muy abierto, con un potencial increíble de crecimiento. La realidad actual es que cada vez son más las bodegas, grandes y pequeñas, que elaboran vinos ecológicos, aunque no los certifiquen y etiqueten como tal, seguramente por no crear confusión o porque de momento no les interesa. Pese a ser el tercer país productor europeo de productos ecológicos, el consumo de ellos es mínimo. ¿Por qué? En España la mentalidad es muy consumista, anteponemos otros intereses y demandamos productos más superficiales (coches, casas, electrodomésticos, ropa...) en parte propiciado por el fuerte impacto de la publicidad. Mientras, la alimentación sana está en un plano más secundario, no interesa porque la básica está cubierta y el vino no es un alimento básico. Carecemos de esa sensibilidad por los temas medio-ambientales que en otros países, como Alemania y Suiza, está más asentada. Es una cuestión cultural. La pena es que sólo aprendemos a base de palos. Hasta que no suceden crisis alimentarias y adulteraciones como las que hemos citado no se toma conciencia de la necesidad de exigir seguridad en los productos que comemos y bebemos. ¿Y cual es su opinión sobre de la agricultura biodinámica? Quiero entenderla, pero de manera científica, quitarle ese halo de esoterismo y de cierto fanatismo que la rodea. Llevo tres años haciendo experimentos con las variedades Cabernet Sauvignon, Xarel.lo y Garnacha Blanca en tres hectáreas de la finca, y por el momento los resultados son buenos. Quizás dentro de tres años elaboremos con ellas un vino. Me interesa comprobar si los preparados y las técnicas biodinámicas, como la quema de insectos o los cuernos de vacas llenos de estiércol, por citar alguno, le benefician a la planta y permiten eliminar el uso de otros productos más nocivos. El problema es que nadie investiga científicamente estas técnicas, se ve que por ahora no es rentable. Por eso no ceso en mi empeño de seguir experimentando y contrastar resultados. ¿El vino ecológico ideal es imposible? El problema es el sulfuroso, que resulta imprescindible en la elaboración, aunque sea en pequeñas cantidades como hacemos nosotros, porque actúa como antioxidante, antiséptico, extractor de color... Sin sulfuroso el vino se puede beber pero en 3 ó 4 meses pierde cualidades y eso el mercado no lo soportaría. Al sulfuroso tenemos que aceptarlo en la elaboración ecológica hasta que aparezca un sustituto más válido y testado. ¿De qué adolecen nuestros vinos? De maderización. A muchos vinos considerados «top» se los ha comido la madera, como si masticaras roble. Siguen la línea del gusto americano, la que ha marcado el crítico Robert Parker, un «enamorado» del roble, aunque a veces se retracte de sus palabras. Viene a dar igual que sea barrica nueva o vieja, la madera cubre en exceso al vino, incluso en los blancos. Anula la personalidad, las virtudes y sutilezas del vino. La madera debe estar, pero lo justo, la fruta es la cualidad que debe primar sobre todo lo demás. Josep maría albet i noya Lleva casi 30 años, junto con su hermano Antoni, de andadura ecológica en nuestro país. En Albet i Noya (Can Vendrell de la Codina, en Sant Pau d’Ordal, Barcelona) optaron por el camino más natural para elaborar vinos. Empezó en una de sus fincas, y poco a poco todas se reconvirtieron a este tipo de cultivo. No sólo no se cumplieron los malos augurios de los vecinos sobre su fracaso, sino que descubrieron los beneficios del tratamiento ecológico en las viñas. El Penedès, donde tiene sus raíces, es una zona que nunca deja de sorprenderle. No solo por la diversidad de microclimas y la riqueza varietal que encierra, sino por la libertad que allí existe para trabajar, innovar y experimentar. Hace siete años empezó un ambicioso proyecto recuperando variedades desaparecidas y elaborando vino con ellas. Unos vinos que además de ser analizados por el equipo técnico de la bodega también pasan por el tamiz de un nutrido grupo de expertos nacionales e internacionales para decidir su interés productivo y comercial. El reto más ilusionante que se ha planteado cara al futuro es la elaboración de un vino con Botrytis en el Penedès.

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