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Niño de Elche

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  • Laura S. Lara
  • 2022-06-28 00:00:00

Es uno de los músicos españoles más controvertidos de los últimos años, y ahora una película recoge su particular universo poético. Pero Niño de Elche también es un apasionado de la gastronomía.


Como su protagonista, Canto cósmico no es un documental convencional, ¿verdad?
Esto de las etiquetas es un debate que me acompaña siempre, pero cada cual puede cortar el traje a su medida. Hay quien entiende que es un documental, pues documenta de cierta forma una vida, pero también hay parte de ficción... Para mí es un ensayo cinematográfico con un calado muy poético relevante entre lo que se dice, lo que se graba, lo que se percibe y lo que se plantea. No hay nada guionizado, hay escenas que están más cercanas a la performance, improvisaciones de discursos, y eso hace complicado encasillar Canto cósmico en una sola etiqueta. Y en realidad da igual.


Aunque tu verdadera etiqueta es la de personaje controvertido, ¿qué significa para ti?
Depende de quién lo mire y del contexto, mi trabajo artístico puede ser más o menos controvertido. Significa que se remueven cosas. Mucha gente pone la controversia en un plano lejano a ellos, negativo, para tildarte de provocador y banal, para acusarte de no estar concentrado en el arte por el arte. Para mí ser controvertido no es un piropo, pero está muy cercano. Lo de provocador me parece una etiqueta que algunos colocan para desactivar. Nunca he trabajado desde la provocación. Quizá desde la autoprovocación. Provocarme a mí mismo puede estar más cerca de mi proceso creativo.

¿Qué es eso del flamenco bastardo? ¿Por qué te temen los propios flamencos?

El flamenco es un arte bastardo, no es puro, está mezclado. Preguntarse qué es no nos aclara nada, es mejor preguntarse cómo funciona. Y ahí encontramos ese sentido bastardo, en sus aristas, sus paradojas y sus contradicciones. En su riqueza. La crítica flamenca se siente incómoda con mi discurso porque remueve los cimientos en los que se sustenta su idea romántica, porque tambalea la idea de la industria flamenca, esa identidad nacionalista y racial. Atravieso debates y posicionamientos muy fuertes, muy pasionales. Se lo toman como un ataque, pero también me zarandeo a mí mismo.


Además de la música y la poesía, eres aficionado a la gastronomía. ¿De comer o de cocinar?
Me gusta más comer que cocinar, pero sobre todo ver cocinar. Intento ir a restaurantes siempre que puedo. A sitios donde me atraviesen, donde aprender. Al estrella Michelin al que he vuelto varias veces es Noor, en Córdoba, de mi amigo Paco Morales, porque lo que hace me parece una experiencia. Pero luego tengo relaciones muy particulares que sobrepasan lo gastronómico con grandes cocineros como Maca de Castro, Andoni Luis Aduriz o Diego Guerrero, con quienes entro ya en territorio filosófico por nuestro paralelismo creativo.


¿En qué consiste esa relación entre la gastronomía y el arte?

Cocinar tiene que ver con no tener miedo a hacer conjunciones y probar, lo que también está en muchas de mis reivindicaciones. En gastronomía y en arte te tienes que mojar, tiene que pasar por tus venas. Y eso te hace superar prejuicios. No existe el cocinero conservador, es imposible. Ni la gastronomía tradicional es conservadora. Todo tiene que ver con un contexto sociológico, político, antropológico, espiritual... Hay unos condicionantes que hacen que el cocinero sea continuamente permeable. Y con esa manera de abordar la práctica me siento muy reflejado: estás obligado a experimentar.


Hay una palabra que se repite en ese universo tuyo, y es la palabra potaje...

El potaje significa el calor, el tempo lento, el ritual... Lo minúsculo, observar las cosas pequeñas, la escucha, son cosas que tienen mucho que ver conmigo y que siempre están ahí. Y todo eso también lo encuentro en el mundo de la gastronomía. Por eso me parece fascinante, porque siempre encuentras preguntas, y eso es lo más importante. El otro día aprendí que hay que llevar cuidado porque "el que pregunta solamente obtiene respuestas". Quizá no haya que preguntar tanto, sino esperar y escuchar, dejar que los interrogantes lleguen a tu cabeza e irlos escuchando.


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