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“Elijo un buen Rioja para recordar quién soy”

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  • Laura S. Lara
  • 2022-10-31 00:00:00

Roberto Álvarez se pone en la piel del psiquiatra Martin Dysart en 'Equus', de Peter Shaffer. De la mano del actor y de este texto universal, descubrimos que teatro y vino tienen en común su manera de apelar a los sentidos.


Interpretas al coprotagonista de un texto universal en Equus, ¿honor o responsabilidad?

Sobre el alegato final que tengo el honor de descifrar en escena, Anthony Hopkins comentó que era el pasaje más hermoso que ha tenido ocasión de poner en su boca en un escenario. Me sumo a su sentir. Equus es un texto complejo, lleno de propuestas, donde la directora (Carolina África) y su visión suponen un importante eslabón de la cadena. Mi papel, el psiquiatra Martin Dysart, no sale de escena durante 100 minutos. El reto es monumental, un gran desafío de concentración y memorización. En este momento de mi vida necesito estos alicientes, por más que sean laboriosos. Disfruto como nunca.


¿Crees que la obra de Peter Shaffer sigue estando de actualidad?

Propone una reflexión sobre las mordazas, las riendas, las ataduras que una sociedad puede fabricar y que condicionan nuestra vida. El qué dirán, lo socialmente correcto o la vida según determinadas reglas están en la raíz de este texto emblemático. Y ahora, más que nunca, estas limitaciones aparecen más visibles. Las redes sociales y los medios bombardean sin parar sobre lo que se considera o no correcto en nuestro comportamiento, sometiendo nuestras opiniones a la plaza pública, más concurrida que nunca, envalentonada desde el anonimato.


Al parecer, esta adaptación no deja indiferente al espectador. ¿Por qué razón?

La función avanza hasta conocer las causas que provocaron que un muchacho, Alan, cometiera un acto reprobable: sacar los ojos a unos caballos. Lo hace de forma trepidante, rayando en lo detectivesco, donde el ritmo y el interés se garantizan en uno de los textos más brillantes del siglo pasado en un montaje de Carolina África, todo talento, con una sorprendente adaptación de Natalio Grueso a los códigos actuales. No hay descanso, la obra galopa sobre escenas perfectamente medidas para lograr la atención del espectador y que no decaiga su interés hasta alcanzar el clímax final.


Si tuvieras que elegir, ¿te quedarías con el cine, la televisión o el teatro?

Interpretar es, como en cualquier otra forma de arte, un acto de inspiración donde el instrumento es tu propio cuerpo. Es la misma dificultad e inseguridad que provoca la necesidad de obtener un buen resultado y la exposición al juicio ajeno. Sucede sea cual sea el medio que se use. Con el tiempo y la experiencia puede ser un placer enfrentarse a esa dificultad y disfrutar cuando los resultados los juzga uno mismo como buenos. En qué medio hacerlo resulta indiferente. ¿Teatro, cine o televisión? ¿Blanco, tinto o rosado? Teatro y tinto podrían ser los reyes, pero en realidad cada uno tiene su momento, su placer.


¿Existe alguna relación entre el vino y el teatro?

Absolutamente. Es fácil de entender. Al teatro o al cine se va a compartir una emoción. Hay unos oficiantes: actores, directores, técnicos, guionistas, y del resultado de la experiencia surgen los aplausos o el rechazo. Lo mismo sucede cuando un sumiller te invita a degustar un vino o un cocinero te propone probar sus creaciones. Ambos quieren compartir contigo una experiencia que apunta a los sentidos, a la emoción, que busca tu aplauso. De hecho, a los ensayos en cine o teatro los llamamos la cocina. Se podrían llamar perfectamente la bodega.


¿Con qué tipo de vino te sientas a repasar el guion?

Cada vino, cada región tiene su momento, su sorpresa. En descubrir está la magia. Ahí está esencialmente el virtuosismo del degustador de vinos. En hablar de ellos, iniciar una conversación con ese preludio, adjetivarlos, redondearlos agitándolos en la copa, olfatear... Pura ceremonia, pura invitación a todo lo bueno que te puede pasar. Mi día a día transcurre entre los blancos gallegos o los clásicos de Rueda para el aperitivo, un buen Rioja cuando quiero recordar quién soy y un Ribera para doblegarme ante el preciosismo. Después, para volar, están todas las demás regiones.



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