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Patricio Tapia

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  • Redacción
  • 2013-10-02 08:18:41

Trotamundos escritor chileno experto en vinos

 «Escribo de vinos desde hace como 20 años. Comencé en Chile, que es donde nací y estudié Periodismo. Y he permanecido en esto porque me sigue alucinando la idea de que tras algunos vinos –los importantes– hay también muy buenas historias, seres humanos que sienten que el vino es algo más que lo que está dentro de la botella, que puede ser un medio de expresar la naturaleza o incluso su propia visión del mundo. Cuando me encuentro con esa gente y con esos vinos, recuerdo por qué me fascina este trabajo. Actualmente, escribo para muchos lugares. Para Colombia, para Brasil, para México. Pero mis ocupaciones centrales son cubrir vinos argentinos para Decanter en Londres, la guía Descorchados de vinos sudamericanos que publico desde 1999 y mi trabajo para la revista Wine & Spirits de Nueva York, donde escribo sobre vinos argentinos, chilenos y españoles. Este último trabajo me permite viajar por lo menos un par de veces al año a España, lo que agradezco. Me gusta ir allí, me siento cómodo, me parece que a pesar de las dificultades es un país con alegría.

Estoy lejos de ser el experto que quisiera en vinos españoles, pero sí tengo predilecciones por los vinos de Galicia, lugar donde he ido bastante en los últimos diez años. Y también, por cierto, por los vinos de Jerez, que son mi lema de vida. En ambas zonas me siento muy cómodo. Si tuviera el dinero, me compraría una casita en Arnoia, con unas parritas muy viejas para hacerme unos vinos y envejecer allí. Me gusta la España verde del norte, me da paz. Pero también me encanta el sur, la España que mira a África. Opuestos en un país de contrastes. Creo que los vinos españoles pasan por un momento expectante. Gracias al trabajo de un puñado de muy buenos y dedicados importadores, lo que se comienza a conocer hoy de España en Estados Unidos (y especialmente en la costa este) va algo más allá de Rioja o de Ribera. En las tiendas especializadas aparecen denominaciones y productores de los que antes apenas se sabía; hay un intento por mostrar una España menos industrial, menos desesperada por las puntuaciones, más enfocada en sus riquezas que en lo que el mercado gringo espera de ella. Y eso refleja lo que sucede hoy en los vinos españoles.”

Siento que el caso de Pancho Campo ha sido un punto de quiebre cuyos resultados los veremos en el futuro, pero que sí ha hecho que muchos se pregunten qué es lo que quieren hacer. O seguir ciegamente lo que pide el mercado –importador– crítico de turno o, derechamente, hacer lo que dicta la tradición, la herencia cultural o el interés personal. Vinos con mayor individualidad son lo que veo más y más en las estanterías de ciertas tiendas o bares neoyorkinos. Y eso está muy bien, a pesar de que solo sea incipiente y muy a nivel alternativo. Rioja seguirá siendo Rioja; Ribera del Duero seguirá siendo Ribera del Duero. Pero hay más espacio para otras realidades. Y ese espacio hoy se abre.

Mi pelea en el mundo del vino es por rescatar a esta gente que busca individualidad. Aunque soy consciente de que el vino es un negocio y que hay que hacer Coca-Cola porque es lo que vende, ya no estaría trabajando en esto si solo existieran productores enfocados a complacer al mercado, un mercado muchas veces horroroso que consume literatura desechable, televisión basura o vinos fotocopiados. Puede que parezca romántico esto de defender a los que trabajan de espaldas al mercado, pero lo cierto es que en mi caso es puro sentido de la supervivencia. Me moriría de aburrimiento si solo tuviera que escribir sobre qué barricas usas o qué levaduras compraste. Hace diez años, en España (y también en Chile y Argentina) el asunto iba por ese lado. Y mientras más, mejor. Hoy hay otras voces y eso me provoca un tremendo alivio y muchas menos ganas de bostezar.»

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