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Más expresión, menos músculo. La nueva pasión argentina

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  • Redacción
  • 2013-11-04 10:56:30

Producir vinos ligeros en un país tan caluroso como Argentina debe de ser un gran reto. Pero tres jóvenes vinicultores lo están logrando. Han redescubierto el terruño en Argentina.

¿Es realmente posible producir vinos ligeros en un clima árido? ¿Allí donde en otoño las temperaturas diurnas alcanzan los 40 grados y hay que extraer cada gota de agua de los ríos o de fuentes subterráneas a 300 metros de profundidad? Pues sí, es posible.

Desde hace algunos años, unos jóvenes vinicultores innovadores envuelven la dulce y oscura fruta de la Malbec, madurada en su punto justo, en una acidez fresca y taninos pulidos: Matías Michelini ,con su proyecto Passionate Wine; Matías Riccitelli, que ha declarado la República del Malbec, y Santiago Mayorga, de Mendel. Hacen vinos para acompañar las comidas y saben que la Malbec excesivamente concentrada y con un volumen de alcohol del 15 por ciento es tan poco adecuada para acompañar las costillas y morcillas del asado como un traje de bailarín de tango para un quarterback de fútbol americano de 125 kilos de peso. ¿Cómo lo hacen estos jóvenes? Plantan sus vides al suroeste de la ciudad de Mendoza, en el valle de Uco. Allí, al pie del Tupungato, los Andes parecen tan cercanos que casi se podrían tocar. La región está a mayor altura y, por ello, es unos grados más fresca. Además, estos vinicultores han redescubierto algo que en el hemisferio Sur se ha venido tratando como una madrastra durante las últimas décadas: el terruño. Ahora cavan agujeros para analizar y clasificar las capas del subsuelo.

Los terrenos más codiciados son las terrazas de aluvión en el valle de Uco, con una capa superior con contenido de lodo y una parte rocosa de hasta un cincuenta por ciento en el sustrato. Los llamados white bones -huesos blancos-, unos guijarros gigantes recubiertos de cal que han viajado con la rocalla de los ríos de los Andes, se han convertido en el símbolo de una nueva comprensión del terruño. En estos suelos, los fenoles resultan más finos y la acidez, más presente. Las diferencias en la composición del suelo de estas enormes parcelas implican que las uvas alcanzan los valores óptimos de acidez y tanino en momentos distintos. Por eso ya no se vendimia por parcelas, hilera tras hilera, sino según la composición del suelo. Lo llaman vendimia poligonal.

 

Malbec protagonista

La Malbec es la variedad más importante de Argentina. Le sigue la Bonarda, variedad que solía plantarse sobre todo para mezclar en vinos corrientes. Originariamente, esta uva procede de Saboya, donde se llama Corbeau. La Bonarda argentina es lo opuesto a la Malbec. El vino tiene aromas de grosella roja y chocolate oscuro, posee un complejo de azúcares menor y también menos alcohol, lo cual combina perfectamente con su estructura ácida. Sebastián Zuccardi vinifica un excelente Bonarda con sus cepas viejas reduciendo rigurosamente el volumen de cosecha y empleando únicamente las mejores calidades para una breve crianza en barrica. También el vinicultor Alberto Antonini, con su proyecto Colonia Las Liebres, se ha dejado seducir por esta variedad. En enero de este año salió al mercado su primer vino de Bonarda.

Pero lo que demuestra más claramente el orgullo de los argentinos por sus variedades es la evolución de la Torrontés, que se presenta en tres variedades: las Mendocino y Sanjuanino, que producen vinos frescos para beber enseguida, y la muy diferente Torrontés Riojano, que se cultiva en el noroeste de Argentina, en los valles altos de los Andes en Cafayate. El ejemplo más célebre es Bodega Colomé (foto de esta página), propiedad de Donald y Ursula Hess desde 2001. Allí las uvas crecen a una altura de 1.700 metros. El clima, más fresco, aporta frescor y elegancia. 

Obviamente, los jóvenes de Mendoza también están reinterpretando la Torrontés. Zuccardi encabeza el vino y lleva a cabo la crianza con el sistema de soleras, como en un vino de Jerez; también el Torrontés Brutal 2011 de Matías Michelini rompe con todas las reglas. Fermentado sobre lías y sin filtrar, choca contra todo lo suavizado como un diablo anaranjado: explosión de fruta, acidez fresca y, al final, incluso notas florales que recuerdan más bien a las Flores del Mal que a un ramito rococó.

 

Cinco argentinos por descubrir


Alta Vista Premium Torrontés Salta 2012

Con frescor juvenil, seduce por sus frutas exóticas como mango y maracuyá, con una pizca de pomelo que le confiere un acento fresco. La acidez es jugosa, madura y perfectamente integrada. Es el blanco ideal para acompañar las empanadas rellenas de pollo y pasas.



Terrazas de los Andes Torrontés Reserva 2009

La Torrontés madura bien, a la par que conserva su seductora frutalidad exótica con notas de miel. Denso y compacto, con una hermosa acidez, este vino rectilíneo marida con la trucha, el lucio o los cangrejos de río.



Bodega Colomé Colomé Torrontés 2012

Se trata del clásico con más carácter de entre los varietales de Torrontés. Notas florales, glicinia, iris, además notas de melocotón maduro y caramelo refrescante. Al principio algo cerrado, se abre en el paladar con una delicada aromática floral, es persistente. Una delicia acompañando mollejas y morcillas a la parrilla.


Colonia Las Liebres Bonarda 2011

Plantado sobre suelos calcáreos y con reducción del volumen de cosecha, este Bonarda se está convirtiendo en un tinto con buen especiado de hierbas, aromas de bayas de saúco maduras, moca y chocolate oscuro. La jugosa acidez combina perfectamente con su estructura compacta, y los taninos maduros y finamente estructurados persisten agradablemente hasta el final.


Altos Las Hormigas Mendoza Malbec Clasico 2011

Los vinos para esta cuvée se han seleccionado minuciosamente según la altura y el perfil del suelo de las parcelas donde crecen. Los aromas frutales son más discretos y armonizan con el especiado balsámico. Acidez jugosa y fresca, taninos maduros y bien integrados. El complejo abocado, con todo su encanto, se mantiene en un elegante segundo plano.

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