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Postal desde Zagreb

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  • Redacción
  • 2013-10-02 08:39:41

Junto a los vinos de grandes bodegas como Tomislav Bolfan y Boris Drenški, también maduran allí vinos frescos y secos que armonizan perfectamente con la cocina tradicional regional. Y mientras los jóvenes de Zagreb celebran la noche en los clubes, las bandas de Tamburica tocan en las tabernas de las zonas rurales. «Živjeli!»

La capital croata está situada en la confluencia de cuatro regiones vinícolas. La zona cualitativamente más interesante es la región de Zagorje, que se extiende desde el norte de Zagreb hasta la frontera eslovena. En unas 2.000 hectáreas se cultivan sobre todo variedades blancas como Grasevina, Rheinriesling, Traminer, Grüner Silvaner, Muskat y también Chardonnay y Sauvignon Blanc. La pequeña zona vinícola de Moslavina está 40 kilómetros al este de Zagreb. Los vinos frescos hechos con la variedad Škrlet, que en la actualidad vuelve a plantarse en alrededor de 50 hectáreas, son su especialidad.

En la Bogovićeva, el triángulo de las Bermudas de la vida nocturna de Zagreb, las jóvenes divas bailan con sus bolsos Miu Miu al son de I Follow Rivers de Lykke Li. Pero a tan solo unos metros, en Gorhji Grad, la parte alta de la ciudad, donde por la noche solo algún personaje solitario pasa silencioso ante las fachadas barrocas, nos sentimos transportados al ocio indolente de la monarquía austrohúngara. Zagreb aúna de modo singular la urbanidad occidental y la cálida melancolía de los Balcanes. En el Museo de Arte naif (www.hmmu.org), las pinturas invernales muestran los pueblos nevados donde antaño la vida latía a un ritmo mínimo. Justo al lado, en el Museum of Broken Relationships (Museo de las Relaciones Rotas), podemos contemplar fenómenos del bienestar contemporáneo. Pero Zagreb no solo es un crisol de culturas y épocas, sino también el centro del mundillo del vino croata. Sobre todo cuando los grandes vinicultores de todos los Balcanes sirven sus vinos en el famoso Esplanade Hotel, en el marco de Vino.com Wine & Gourmet Festival. Por cierto, la carta del vinos del restaurante del hotel reúne todos los grandes vinos del país.

La Croacia rural, con sus nidos de cigüeña y sus gentiles casitas de madera, comienza directamente tras los límites de la ciudad. En un paisaje de colinas tranquilas maduran grandes vinos, como los del empresario de Zagreb Tomislav Bolfan, que ha construido en Hrašćina una bodega con restaurante y hotel. El Rheinriesling de Bolfan, con su estructura cristalina, es uno de los mejores vinos blancos de Croacia. No menos espléndidos son los de Boris Drenški que, siguiendo el ejemplo de Alois Kracher, solo hace vinos dulces. Entusiasma especialmente su vino de hielo Tryptich, una cuvée de Müller-Thurgau y Sauvignon Blanc. Un segundo milagro del vino se produce al este de Zagreb: en Moslavina, un grupo de vinicultores está potenciando un merecido renacimiento de la variedad local Škrlet. Estos vinos blancos, secos como la paja, maridan a la perfección con la sabrosa cocina campesina tradicional.

Al entrar en las acogedoras posadas rurales como el Vuglec Breg, disfrutando de sus morcillas, su vino y la melancólica música Tamburica, pronto se olvida el paso del tiempo. Y de repente, uno se encuentra, muy pasada la medianoche, en el bar bebiendo gmischt -vino mezclado con agua con gas- con los músicos y los vinicultores. Y después del quinto Živjeli! (¡Salud!), uno se da cuenta de que ese gmischt no es una herejía para el vino. El agua con gas saca a la luz sin tapujos cualquier defecto del vino, por eso el posadero solo mezcla con agua carbónica su mejor Grasevina…

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