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Mercados de calidad

  • Redacción
  • 1999-06-01 00:00:00

Escandaloso. El precio de ciertos vinos del Priorat ha creado en toda la provincia de Tarragona y sus DO una fuerza gravitacional de magnitud inversamente proporcional a la cantidad de botellas producidas. Vinos de “alta expresión”, que pueden alcanzar las 20.000 pesetas como el caso singular y meritorio de L’Ermita, o más modestamente rondar las 5.000 como los tres Clos de la fama. Pero aquí estamos hablando de unos pocos miles de botellas. De pequeñas bodegas, de cantidades irrisorias si contemplamos el panorama vitivinícola español en su conjunto. Vinos que aumentan sus precios en progresión geométrica según desaparecen de los canales habituales de comercialización -tiendas especializadas y restaurantes-, para terminar en manos de “négociants” y especuladores, o en las bodegas de coleccionistas y caprichosos millonarios del mundo entero. Estamos en el reino del “cupo” que tanto irrita a un mercado acostumbrado a tolerar tales ínfulas sólo a Vega Sicilia. Nace así una tendencia imparable hacia el acaparamiento que, como un bumerán, se vuelve contra el productor, alabado ayer, vituperado hoy.
Este es un fenómeno unido irremediablemente a la más alta calidad de los vinos que, salvo contadas excepciones, siempre esta reñida con la cantidad. Así ocurre desde tiempos inmemoriales en Francia, donde nació el fenómeno, con los paradigmas de Petrus y Romané Conti, por no hablar de los vinos de “garaje” que pueden llegar a venderse a precios astronómicos, como los 4.300.000 pesetas por caja de Le Pin 82. Fenómeno extendido a Italia, e incluso países recién llegados al mercado de la extrema calidad como EE.UU. o Australia.
Así que, !albricias! Dejemos el rencor para mejor causa y veamos el lado positivo de la cosa: esa fuerza gravitacional de la que hablaba al principio que, contraviniendo las leyes de Newton, ha puesto en movimiento imparable las tierras vitivinícolas de Tarragona, a los parientes pobres del otro Falset, absurdamente dividido, a Terra Alta donde ya no sólo manda el blanco, a Conca de Barberá donde Torres ha levantado sus Grans Muralles para un reinado más allá del Penedés. En todas estas zonas de la provincia tarraconense surgen bodegas y cooperativas que, bajo el saludable influjo de Priorat y de sus precios inalcanzables, comienzan a despertar del letargo secular para recuperar varietales autóctonos, dignificar sus viejas garnachas, y ofrecer al consumidor soberbios vinos a precios moderados.

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